El vicepresidente de la Comisión Europea Olli Rehn ve signos de estabilización, los bonos españoles a diez años bajan del 5% por primera vez desde marzo de 2012, el rescate (el segundo, se supone) se aleja y la Bolsa mantiene los 8.600 puntos. Las noticias positivas se acumulan en los titulares en las últimas horas, en lo que se ha dado ya en llamar un “contagio positivo”, lo que es de agradecer, pues hasta ahora la contaminación negativa era la constante. Lástima que la letra pequeña no nos libre de acometer más reformas y que el BCE no tenga pensado poner en marcha una estrategia que nos lleve a la salida de la crisis.
Hay que esperar a que la mejora del mercado financiero se traslade a la economía real, ha dicho Mario Draghi, en un nuevo alarde de competencia institucional. La “economía real” de Draghi parece situarnos más cerca de la “distopía” de Stuart Mill que de la sociedad idealizada de la República de Platón. Tanto que la euforia de los mandamases comunitarios no ha despertado aún la facundia de nuestros habituales profetas patrios. Así que este cúmulo de manifestaciones pseudo optimistas parece más bien una estrategia de distracción política para disfrazar los errores estratégicos que ya comienzan a reconocerse. El FMI ha dicho que subestimó el efecto de la austeridad sobre el desempleo y el PIB en algunos países y la Comisión Europea sugiere la posibilidad de retrasar otra vez el objetivo de déficit en España, pues se acaba de dar cuenta de que nuestro país acumula unos niveles de desempleo inaceptables.
Las declaraciones más bien parece que tratan de soslayar otras noticias como la caída de la economía de Alemania en el cuarto trimestre de 2012, debido a un retroceso de la producción industrial o las interminables dificultades de la Eurozona. Las novelas apocalípticas y catastrofistas del cyberpunk nos hablan de manipulación en las sociedades distópicas, caracterizadas por el control social y el adoctrinamiento de sus miembros, bajo una apariencia de magnanimidad. En Snow Crash (1992), una de las más célebres novelas del género, la acción se desarrolla en un mundo urbano paralelo, Metaverso, una interconexión que complementa el mundo real. Metaverso está formada en torno a una única carretera y en ella, un eficaz virus informático genera una imagen de ruido que es proyectado constantemente sobre los individuos. En el libro de Neal Stephenson, el gobierno solamente mantiene su autoridad en distritos aislados, dominados por franquicias, en donde se desarrollan actividades residuales para la sociedad ya que los dirigentes han cedido buena parte de su poder a organizaciones privadas. Snow Crash describe también una subcultura de individuos continuamente conectados a dispositivos portátiles e instalados en la apariencia icónica que les proporcionan sus avatares. Esta realidad virtual se ve, además, condicionada por el estigma social que supone el acceso público al Metaverso dada la, dicen, baja calidad visual de los avatares.
Como la realidad suele superar a la ficción, ayer me enteré de que Vladimir Franz, un tipo carente de toda experiencia política, es uno de los candidatos a la presidencia de la República Checa, y el más popular entre los jóvenes del país. “Cuando uno sabe escribir sinfonías y óperas, pienso que no será tan difícil, es una cuestión de práctica”, dice este músico que asegura que pondrá un poco más de corazón en la política. ¿Adivináis cómo le apodan? “Avatar”. Y a juzgar por su imagen se diría que viene a salvar Europa directamente desde el Metaverso de Snow Crash.