Las transformaciones en la organización del trabajo han adquirido especial intensidad en las últimas décadas. El empleo de por vida, el salario garantizado y el futuro predecible han dado paso a prácticas de recursos humanos “orientadas al mercado”. Fenómenos como la globalización económica, la terciarización, la flexibilización o la descentralización organizativa y productiva han originado también una nueva configuración de los mercados de trabajo y de las estrategias empresariales y han provocado cambios que van más allá de la mera configuración formal. Encontramos nuevos procesos de trabajo y técnicas de recursos humanos disponibles para un nuevo escenario marcado por la flexibilidad y la rapidez de adaptación. La crisis ha hecho el resto, y hoy podemos encontrarnos con ofertas de empleo en las que se ofrece “alojamiento y manutención por trabajo” y “posibilidad de sueldo en el futuro”.
CCOO ha denunciado la publicación de una oferta de empleo en la que las condiciones laborales son las que acabáis de leer. Ha pasado en Guadalajara, pero podría estar pasando aquí, en Asturias, o en cualquier otro sitio de España. Dejemos al margen que la noticia no da muchos más detalles sobre la oferta ni el tipo de diario en que se publica, porque el asunto es más complejo de lo que a priori parece. Así lo demuestran la diversidad de reacciones generadas, si nos atenemos a los comentarios que aderezan la noticia de El Mundo. De un lado, “vergüenza”, “relaciones de servidumbre”, cuando no directamente “esclavitud”. Del otro, “acuerdo entre dos partes”, “peor es no tener techo o comida” o “la retribución en especie por trabajo realizado, si se da de alta en la Seguridad Social, es perfectamente legal”.
No es la primera vez que podemos leer algo así. Hace casi dos años, cuando creíamos que la crisis tocaba a su fin, un diario económico dedicaba un artículo y un video-blog a este asunto: profesionales dispuestos a aceptar un empleo no remunerado. Ciertamente me produjeron un mayor desasosiego algunas de las opiniones vertidas en este artículo de Expansión. Fundamentalmente porque procedían de expertos, de profesionales de empresas de consultoría y selección de personal. El presidente de Otto Walter afirmaba que “uno de los enormes frenos a la contratación en la actualidad es que las empresas deben pagar el sueldo completo a un nuevo trabajador sin saber si va a aportar valor y a cumplir con su tarea” y José María Gasalla, director del programa de gestión de talento de Esade, creía que en determinadas circunstancias ese trabajo sin sueldo “puede ser una pequeña inversión personal. Uno va a ser más empleable actuando de esa manera”.
La perspectiva económica ha apuntado siempre a la remuneración como la principal dimensión de la calidad en el empleo pero también a otros aspectos relevantes como la adecuación del salario al rendimiento de la organización y el pago por el trabajo realizado, la “justicia salarial”. Y desde la Psicología Social se recurre a las recompensas intrínsecas del empleo, como la satisfacción generada por la actividad, el aprendizaje de nuevas tareas o el reconocimiento al buen desempeño. Sin duda todas ellas mucho más subjetivas y cambiantes por motivos de edad, género e incluso geográficos. En la jerarquía de las necesidades de Maslow, estas recompensas intrínsecas se encontrarían en los dos estadios más elevados, “Reconocimiento” y “Autorrealización” y, sin embargo, este trabajo sin sueldo que algunos creen que “será norma en una década”, no pasaría de cubrir algunas de las necesidades fisiológicas más primarias, alimento, descanso y quién sabe si también sexo…no deseado. Sí, justo en el primer nivel de la pirámide de Maslow.
Desde la Sociología siempre se ha considerado que el trabajo constituye una categoría clave y un elemento central en el desarrollo de las personas. El trabajo no solamente implica actividad productiva sino que, trascendiendo el ámbito económico, resulta fundamental en el “auto-reconocimiento” y la “construcción de la salud mental del individuo” (Köhler y Martín Artiles). Lazarsfeld va, incluso, más allá y estima que la pérdida del trabajo asalariado significa además para el trabajador y su entorno familiar la pérdida de las referencias temporales, conflictividad, alienación y una amarga sensación de pérdida de dignidad.
Para nuestra tranquilidad nos dicen que esta “mejora de nuestra marca personal” que supone trabajar sin salario no va a durar para siempre, es circunstancial y la salida de la crisis dejará en el olvido estas prácticas. ¿Y cuándo vamos a dejar atrás la depresión económicas? Bueno, la respuesta no es fácil, aunque la exministra de economía, Elena Salgado, ante la pregunta de la oposición y bajando enérgicamente el micrófono zanjó esta pregunta con igual contundencia: “cuando se produzca”.