Estaba viendo una tertulia económica en televisión hace unos días, cuando uno de los participantes aseguró que España tiene que volver a ser lo que siempre fue, un país del sur de Europa cuya ventaja competitiva reside en los salarios bajos. Adiós al conocimiento y a la convergencia con Europa y bienvenidos al modelo sweatshop ahora que, afortunadamente, está poniéndose en cuestión y literalmente cayéndose. ¿Se puede crear empleo y crecer hoy con una economía de bajos salarios en la vieja Europa? Técnicamente, quizás sí, pero en la práctica, permitidme que lo dude. Y, francamente, tampoco creo que el gobierno del PP esté pensando en esta fórmula, aunque muchas veces tal parezca. Felizmente, todavía hay quien piensa en la innovación y la creatividad como motores del cambio y el crecimiento, como Charles Landry, que la pasada semana ofreció una conferencia en la presentación del proyecto Distrito Creativo de Gijón. Esperemos que también tenga esta convicción el consistorio gijonés, pues ya sabemos que las palabras no siempre van acompañadas de hechos.
Landry, autor del Índice de Ciudades Creativas, es junto a Richard Florida, del que ya he hablado aquí alguna vez, una de las voces más autorizadas en la materia, y el motivo principal por el que decidí asistir a la presentación. A pesar del reclamo de Landry y de la efectista puesta en escena, diría que la acogida del Distrito Creativo fue fría, tanto como la repercusión que tuvo en los medios de comunicación en los días posteriores. Añadiría, también, que la asistencia escasa, si exceptuamos la puramente institucional. Todo ello poco acorde con una importante iniciativa que tiene por objeto fomentar la industria creativa y cultural de Gijón, en el marco del proyecto Know-cities.
Si obviamos el habitual lenguaje burocrático que permea cualquier documento comunitario, la iniciativa parece interesante: un proyecto para aunar fuerzas en busca del crecimiento económico y el empleo de las ciudades integradas en la red. Otros con fines parecidos, como el que propone la Red de Economía Creativa Made in Zaragoza, lo explican mejor y con un lenguaje más inteligible que el de la web de Know-cities.
Bien es cierto que ya ha habido otras iniciativas similares en el pasado, como me apuntaba un colega y experto urbanista, pero la ocasión y el momento merecen dar una oportunidad a un proyecto como éste. Eso sí, con todas las consecuencias. Por mucho que Landry diga que “no es una cuestión de dinero sino de creatividad”, la falta de presupuesto parece notoria. El mapa interactivo, lo único tangible que hasta ahora conocemos del proyecto, parece francamente mejorable. No hablo de su ejecución, sino de su contenido y, sobre todo (¡qué paradoja!), de su creatividad.
Ah, y dos apuntes más para Landry, que parece no tuvo los mejores informantes. El primero, referido a la herencia industrial de Gijón, que podría ser importante para el Distrito Creativo si no fuera porque desaparece a pasos agigantados. Y precisamente por donde más se desangra es por la siderurgia, ahora que parece queda menos para contemplar la “deslocalización” de Arcelor. También por los astilleros, así en plural, tal y como los mencionó Landry, ya que nadie le advirtió que tan solo queda uno, por otra parte espejismo del pasado naval gijonés, que ofrece pocos empleos directos, y cuya marcha es una auténtica incógnita para la ciudadanía, a pesar de la inversión pública que en él se hizo para reflotarlo.
El segundo, es un desliz quizás atribuible al propio Landry que, en cualquier caso, pareció desconocer nuestra sociedad. Según él, cambiar de ciudad por un puesto de trabajo es cosa del pasado, mientras que elegir la ciudad en la que se quiere residir y después decidir en qué se trabaja, es lo último en creatividad. Quizás lo sea en Boston, añado yo, pero no aquí, ni ahora.
Es pronto, lo sé, solo era la presentación de una estrategia “de muy largo recorrido”, tal y como la presentaron sus mentores. Por eso espero que el tiempo mejore lo que pudimos presenciar el pasado martes. Y sobre todo, que la puesta de largo del Distrito Creativo no fuera un fin en sí mismo. No hay mejor ejercicio de austeridad que invertir en proyectos de futuro para una ciudad, sobre todo si son innovadores, pero se necesita continuidad.