Hace algunos meses que hablé en este mismo blog del concepto de capital social, concretamente en relación con la baja “fiabilidad social” que existe en España. Aquella entrada vuelve a cobrar actualidad con la publicación del informe Values and Worldviews II elaborado por el Departamento de Estudios Sociales de la Fundación BBVA. Los datos que recoge este trabajo reflejan, una vez más, la falta de “confianza interpersonal” existente en nuestro país. Y lo hace apoyándose en una muestra de 1.500 casos en cada uno de los 10 países europeos objeto de estudio.
De acuerdo con el Values Worldviews II, solamente Francia tiene un nivel de “desconfianza interpersonal” mayor que España (4,6 vs. 4,7 y lejos de la media situada en el 5,5), en una escala en donde el 10 significa el mayor grado de confianza. Hay quien ha querido ver en estos datos una homogeneidad en los países del sur de Europa. Sin embargo, Italia puntúa 5,7 y, además, la encuesta no se ha realizado ni en Grecia, ni en Portugal, lo que cuestiona esta afirmación.
¿Hay otros datos que confirmen o invaliden esta homogeneidad que, supuestamente, ofrece la ubicación geográfica de los países? Hace años que Geert Hofstede, a partir de cinco (ahora convertidas en seis) dimensiones, trabaja en busca de patrones culturales. De todas estas dimensiones, la que más se adapta al asunto que nos ocupa es la que distingue a los habitantes de una nación como individualistas o colectivistas. Según la propia definición de Hofstede, las sociedades individualistas tendrían preferencia por un marco social vagamente unido en el que se espera que las personas cuiden de sí mismas y de sus familiares más cercanos. Su opuesto, el colectivismo, representaría una concepción en la que la sociedad cuidaría de sus familiares o miembros de su grupo, a cambio de una lealtad incondicional. Las sociedades se definirían, según este esquema, en términos de “yo” o “nosotros”.
¿Responde España a esta caracterización según el informe de la Fundación BBVA? Si atendemos a quiénes son las personas que nos inspiran más confianza, somos un país claramente individualista, puesto que son los familiares y losamigos los que puntúan en mayor medida, con “la gente de nuestro país” en último lugar. Pero esto es así en todos los países consultados, por lo que los datos no nos muestran, tampoco, demasiadas evidencias al respecto. Sin embargo, las investigaciones de Hofstede sitúan a España como el segundo país más colectivista de Europa, solo superado por nuestros vecinos portugueses. ¿Somos entonces colectivistas o individualistas? Quizás encontremos la respuesta volviendo a la teoría del capital social. Rothstein o Uslaner aseguran que la confianza social está determinada por las relaciones que se producen en el interior de algunas instituciones sociales típicas. Y más cerca de nosotros, la socióloga Chelo Perera, coordinadora del informe Values and Worldviews II, opina que “los españoles tienen poca confianza en las instituciones”. La explicación a esta desconfianza estaría en experiencias negativas acumuladas, a decir de la psicóloga María Luisa Vecina, una opinión compartida por el también sociólogo Jaime Andreu, para quien desconfiar de la base (las instituciones), significa desconfiar de nuestra sociedad y los individuos que la componen.
Solo un dato más. Según el informe de la Fundación BBVA, los ciudadanos de España e Italia son los que refieren una mayor distancia con respecto a la clase política, un mayor nivel de desconfianza hacia las instituciones y una valoración más negativa del funcionamiento de la democracia de sus respectivos países. Más allá de homogeneidades de tipo geográfico, parece que la corrupción política, o si lo preferís, el descubrimiento de numerosos casos de corrupción (la detención o procesamiento de políticos incrementan la sensación de corrupción) podría haber actuado como catalizador de la desconfianza social.
Para terminar, hago de nuevo la pregunta: ¿colectivistas o individualistas? Yo diría que somos colectivistas por cultura y valores compartidos (quizás también algunos de nuestros países vecinos). Pero individualistas atendiendo a las bases institucionales y legales de una sociedad en la que siguen abundando las prácticas corruptas y la cultura del engaño.