Estaba viendo una de estas noches una tertulia política televisiva en la que se debatía sobre el último barómetro del CIS. Los tertulianos desgranaban las novedades del avance de datos de diciembre de 2013 y destacaban el ascenso de la corrupción como uno de los principales problemas para la ciudadanía. No es nueva la preocupación por este asunto, pues ha venido ocupando una de las cuatro primeras posiciones del barómetro invariablemente desde enero de 2012. Puede sorprender, eso sí, el salto cuantitativo desde el 12,9% de aquel mes hasta el 37,6% (2ª posición) del actual. Y más si lo comparamos con el exiguo 2,9% de enero de 2011, en el que ocupaba solamente el puesto 16 entre las preocupaciones de los españoles.
Ya he comentado en otra entrada las causas de este crecimiento exponencial de la percepción de fraude a nuestro alrededor. Entre otras, la paradoja de que la lucha contra la corrupción y las detenciones o procesamientos incrementan esta sensación. Pero también que la desafección y la desconfianza en las instituciones y, particularmente en la política, está muy arraigada en nuestra sociedad. Por eso no causa extrañeza que los políticos y la política en general sigan ostentando posiciones de “privilegio” en el ranking del CIS. Sin embargo, quizás merezca un comentario el descenso de la percepción en esta categoría (26,2% frente al 31,4% de marzo del pasado año), aunque se mantenga en la misma cuarta posición. Y debe tomarse con precaución. En primer lugar porque existe otra categoría que incluye “el Gobierno y partidos o políticos concretos” que, aunque tímidamente (un punto desde la misma fecha) parece que no ha tocado techo. Y, en segundo lugar, porque es muy probable, aunque aquí entremos en el terreno de las hipótesis, que buena parte de esa corrupción que supone el segundo problema para la sociedad española esté también muy vinculada a la política en el imaginario popular.
Obviamente, la mayor parte de las respuestas que aparecen en la encuesta del CIS están condicionadas por la política o por las decisiones tomadas por los gobernantes. Y a su vez esa percepción negativa de las medidas muy determinada por la desafección política, con lo que entraríamos ante un problema de “causalidad recíproca” que afecta a las organizaciones sociales, como ya planteaba Luhman, obviamente, en términos mucho más complejos. Así que si preguntáramos qué tienen en común el paro, los problemas de índole económica y la corrupción, es posible que muchos ciudadanos respondieran que nadie parece poder solucionarlos, a pesar de que existen muchas teorías e ideas sobre cómo hacerlo. O lo que es peor, nadie parece querer hacer nada.
Este problema es central en el libro de Moisés Naím “El fin del poder”, cuyo título trata de explicar una tendencia que, según el escritor venezolano, se impone. Cada vez es más complicado ejercer el poder y los políticos encuentran más constricciones al ejercicio de sus atribuciones, lo cual resulta una tesis controvertida para quienes piensan, y son muchos, que el poder (político, económico y social) está cada vez más concentrado. Sus críticos admiten, en el mejor de los casos, que han surgido nuevos centros del poder mundial o que quienes realmente detentan el poder no sean aquellos a quienes los ciudadanos han elegido. Y aquí sería justamente donde la desafección y la desconfianza en las instituciones se estarían acrecentando y donde, a decir de Naím, comenzaría el debilitamiento del poder de unos pocos, cada vez más fácilmente sustituibles.
Parece difícil, no obstante, que se produzca la rebeldía que pronostica el analista internacional. Y más en España, a pesar de que no faltan motivos. Más factible quizás resulte el camino hacia la alienación y la desesperanza de las que habla también el venezolano. La falta de oportunidades laborales, el aumento de la desigualdad y la quiebra de las expectativas vitales están conduciendo a muchas personas por esa senda.
Naim dice que es importante rescatar a los partidos políticos para recobrar la confianza y evitar el radicalismo. Bien, aceptemos la premisa, pero, ¿a estos?