De vez en cuando me asomo a la ventana del pasado que TVE abre todas las semanas con su programa Ochéntame otra vez. Suele ofrecer documentos interesantes sobre ese importante período de la historia reciente de nuestro país. Así ocurrió hace algunas semanas, cuando emitió el reportaje titulado “La noche del cambio” que nos trasladaba al 28 de octubre de 1982, fecha en la que el PSOE obtuvo la victoria en las elecciones generales. Siempre me interesó la política, probablemente porque siempre vi a mi padre prestar atención a esas cuestiones pero, por aquel entonces, yo estaba todavía en edad escolar y mis recuerdos de esa noche electoral son bastante imprecisos.
Recuerdo, eso sí, los días previos, trufados de mítines multitudinarios como el que Felipe González ofreció en la abarrotada plaza de toros de Zamora, donde yo vivía en aquellos años. Me acuerdo también de la mercadotecnia que los partidos desplegaban con la intención de atraer a los votantes: pósters, cajas de cerillas con el emblema de sus formaciones y la fotografía de los candidatos nacionales o locales, chapas o banderines, daban colorido a las jornadas previas a la fiesta de las elecciones y atraían a críos como yo, que nos acercábamos a los mítines en busca de toda aquella quincalla. Pero sobre todo, recuerdo la ilusión que aquellas todavía novedosas jornadas electorales despertaban en los ciudadanos.
Las imágenes de Ochéntame evocaron de nuevo en mi aquellas sensaciones pero también me ofrecieron algunas imágenes que ya no recordaba. Me impresionó especialmente la fiesta en la Plaza Mayor de Madrid rebosante de ciudadanos celebrando aquel triunfo histórico de los socialistas, tan largamente esperado por muchos. Con todo, lo más interesante era ver el ambiente festivo de aquel ¡jueves! Sí, entonces las elecciones se celebraban en días laborables. En aquellas ya legendarias imágenes la gente, literalmente, cantaba y bailaba y no se veía símbolo alguno de la formación vencedora. La muchedumbre parecía disfrutar con la oportunidad participar en el juego democrático y con la posibilidad de cambiar el rumbo de España. Era una alegría espontánea.
¡Qué diferentes son las imágenes de las actuales! De tanto votar, parece que se ha perdido la magia. Un encanto al que los asesores de los partidos se han encargado de dar el certificado de defunción convirtiendo las jornadas en miméticas, “rutinizándolas”. Declaración institucional y salida al balcón de los líderes de la formación ganadora ante un puñado (mayor o menor) de simpatizantes cargados de banderas del partido que los maestros de ceremonias han situado estratégicamente. La política se ha vuelto fea y aburrida, burocratizada, en el peor sentido de la palabra. A veces, algunos colegas comentamos en tono de broma qué Max Weber se desmayaría si pudiera ver las consecuencias no deseadas del proceso de burocratización de las organizaciones. Y si viera como se ha aplicado a la política, quizás hubiera preferido dedicarse a la botánica. Por ejemplo.
Los ciudadanos hace tiempo que aparecen desencantados. Solamente Blair y Obama parecieron ofrecer en el plano internacional alguna esperanza de recuperar la ilusión perdida. Vana esperanza que no se recuperará mientras los tecnócratas sigan disfrazándose de políticos. Aquí, ni eso. Mientras los partidos sigan anteponiendo sus siglas al interés general e importunándonos cada fin de semana con sus interminables congresos regionales, locales o comarcales convertidos en actos de afirmación para el líder de turno. ¡Prietas las filas!
Ya llegan las elecciones europeas y de nuevo intentan convencernos de que no son unos comicios de segunda categoría. Y ciertamente no lo son. Pero no lograrán persuadirnos si mientras afirman aquello convierten sus campañas y precampañas en continuaciones de las contiendas nacionales, en prolongaciones de las generales y autonómicas. Ni una sola palabra de Europa.
Incluso algunos partidos se permiten el lujo de no dar a conocer a su candidato electoral cuando estamos ya metidos en plena precampaña. Sería imperdonable en aquellas jornadas electorales que nos mostraba Ochéntame. Hoy, no lo parece. La Secretaria general del partido lo justifica indicando que lo designarán cuando más convenga a su formación. Seis de abril y sin noticias. Todavía no toca. Una muestra más de que los partidos siguen apoderándose de la política. Así no hay quien se ilusione.