Casi dos semanas después de la inesperada decisión de Tenneco de mantener su planta de Gijón operativa, casi todo se ha dicho (ya antes) respecto a la dignidad de los trabajadores, el empeño en su lucha y la manera tan inteligente de gestionar sus movilizaciones. Ahora, a la espera de que se ejecute la sentencia del TSJA y los trabajadores vuelvan a sus puestos de trabajo, si es que el cambio de rumbo de la dirección de Tenneco no es la enésima maniobra de distracción, el debate en la calle se establece entre quienes consideran que el desenlace del conflicto es el resultado de la ya casi olvidada lucha obrera y entre quienes opinan que aquella hubiera sido infructuosa sin un contexto favorable.
Que trabajadores de Tenneco han sido inasequibles al desaliento es evidente, como también lo parece, en este caso las afirmaciones no pueden ser tan rotundas, que factores contextuales regionales, nacionales e incluso internacionales, han favorecido su lucha. O para quienes prefieran darle la vuelta al argumento, el entorno en el que se han movido los trabajadores se ha visto potenciado por las movilizaciones de los trabajadores, por otra parte intachables en su forma. Yo diría que unos y otros argumentos se han retroalimentado. Veamos:
1. La composición del comité de empresa. Los representantes de los trabajadores, votados en las correspondientes elecciones sindicales, es una consecuencia indubitable de la voluntad de aquellos. En el caso de Tenneco la movilización en contra del cierre ha sido organizada por la propia asamblea de trabajadores y el comité ha jugado un papel decisivo en la dirección de la misma. La unidad de acción permitió articular y dar coherencia a las movilizaciones durante los momentos más difíciles. El éxito es enteramente de los trabajadores pero que el conflicto llegara con este comité, en el que existía un perfecto equilibrio de fuerzas es una cuestión puramente azarosa. Esta ponderación ofrecía un perfecto escenario, con la presencia, por un lado, de representantes de las organizaciones sindicales mayoritarias que podían ejercer presión ante sus federaciones (aunque estas no estuvieran muy de acuerdo con verse apartadas de la primera fila de las movilizaciones) y, por otro, de organizaciones minoritarias con menor apoyo de los aparatos pero una mayor libertad de acción, combatividad y, lo que es más importante, experiencia en movilizaciones efectistas (y efectivas) y en el manejo de los tiempos.
2. Muy vinculado con lo anterior, se encuentra el hecho de que los trabajadores no permitieran siglas ni injerencias externas. Hay muchos ciudadanos dispuestos a manifestarse en defensa de sus derechos pero se muestran reticentes a situarse detrás de una pancarta que los identifique con partidos u organizaciones sindicales. La ausencia de estos en las manifestaciones, junto a la justicia de sus reivindicaciones, permitió ganar músculo a los trabajadores de Tenneco, que vieron como sus convocatorias eran refrendadas por miles de ciudadanos. Durante esta crisis se ha incrementado entre la ciudadanía la sensación de no sentirse representados por partidos políticos y sindicatos, una impresión que, en el caso de Asturias se ha visto reforzada por la destrucción de una importante parte del tejido industrial ante la aparente pasividad de sus representantes. El sector naval, las minas de La Camocha o Suzuki, ésta última mucho más reciente, mantienen fresca en la memoria de los asturianos, y especialmente de los gijoneses, el discurso de la inevitabilidad de los cierres y las negociaciones de mínimos (aún con indemnizaciones máximas) para “minimizar” el impacto social.
3. La cuestión institucional. A pesar del riesgo de que el conflicto de Tenneco terminara como los anteriormente mencionados, sus trabajadores tuvieron la habilidad de implicar a las autoridades políticas regionales. Un nuevo éxito en la gestión del conflicto que se veía acompañado de factores contextuales. Los políticos asturianos quizás en esta ocasión fueron conscientes de que la sangría industrial no podía continuar en un momento en el que la concatenación de cierres empresariales resultaba insoportable. La implicación de la política regional no hubiera resultado decisiva de no haber entrado en juego las instituciones europeas. De Asturias se llegó hasta Bruselas (pasando por Madrid, con la filtración de los planes de Tenneco sobre Ermua), con la Comisión Europea tomando cartas en el asunto, en un momento en el que un asturiano ejerce como jefe de gabinete del vicepresidente de la Comisión. Otro hecho que reafirma que la alineación de astros en el caso de Tenneco ha sido casi perfecta.
4. La geopolítica. Para terminar de cuadrar el círculo, estalló el conflicto de Ucrania, que añadió un elemento más de incertidumbre al deterioro que se estaba produciendo en las relaciones comerciales entre Rusia y Estados Unidos (no olvidemos que la matriz de Tenneco se encuentra en Illinois). La posibilidad de que las sanciones económicas incrementen los costes de producción, junto al incremento del riesgo que supone la amenaza de un conflicto bélico en la zona, han podido jugar un papel decisivo en el cambio de planes de la multinacional norteamericana. Las empresas, ya lo sabemos, sienten aversión al riesgo, y la inestabilidad política y económica de la zona son portadoras de grandes inseguridades que prefieren evitar.
A la espera de la resolución de este largo conflicto, no existen dudas del papel decisivo que han jugado los trabajadores en su gestión de la crisis, pero parece que otros factores coyunturales se han aliado a su favor. En cualquier caso, parafraseando a Pablo Picasso, que pedía que las musas le llegaran en plena faena, se podría decir que los trabajadores de Tenneco pensaron cuando se inició el conflicto laboral: ¡que los astros me encuentren luchando!