Es común por estas fechas hacer balance de los acontecimientos más destacados del año. Así lo voy a hacer en esta entrada postrera de 2014. La información fluye hoy a una velocidad vertiginosa, tanta, que difícilmente somos capaces de procesarla en su totalidad. Muchas noticias pudieron haber tenido un post en este blog pero aun mereciéndolo ni siquiera tuvieron oportunidad de hacerse un hueco, solapadas por otras de más actualidad. De entre las elegidas, el fenómeno Podemos creo que sociológicamente ha resultado el más interesante, así que ocupará el lugar destacado que como tal se merece.
No parece una impresión personal. Su fulgurante aparición en el escenario político y sus más que fundadas aspiraciones de convertirse en un actor clave, le otorgan un papel protagonista a diario en todos los medios de comunicación, tertulias y conversaciones informales. Es noticia hasta cuando no lo es. Hace unos días en Antena 3 se “colaba” el logo de Podemos mientras se emitía la información del ataque a Génova de un individuo y, hoy mismo, TVE abría su Telediario con una información sobre la inestabilidad política de Grecia (insólito) y en la que se advertía del peligro de que Syriza alcance el poder en el país heleno. Ya se nota la mano del nuevo director de los servicios informativos del ente público, así que de forma sibilina se comparaba la inestabilidad institucional griega con la que puede ocasionar el ascenso de Podemos en España.
No está mal para un partido de tan reciente constitución y que ni tan siquiera tiene representación, por el momento, en las Cortes españolas. Tanto protagonismo ha adquirido a lo largo de este año que el nerviosismo se ha extendido por diversas instituciones. Desde luego no es descartable que la Corona adelantara una decisión quizás ya tomada con anterioridad, ante una (poco) previsible mayoría de izquierdas que dificultara la transición de padre a hijo. El empresariado español ha mantenido también reuniones y ha expresado su temor al ascenso de la formación de Pablo Iglesias Y no digamos los partidos tradicionales, que han variado indisimuladamente el rumbo de sus políticas (al menos de cara a la galería) en asuntos tan variados como la manera de afrontar la corrupción o la elección de sus candidatos. En cuestiones sucesorias, no solamente están variando las formas, con procesos más o menos abiertos de elección sino también los nombres de los candidatos, intentando desvincularlos de los barones de los partidos, y hasta la edad de los elegidos/propuestos, mejor cuanto más jóvenes.
Lo cierto es que Podemos ha dejado de ser una opción pintoresca para convertirse en una amenaza…política. Al menos así lo hacen ver los partidos tradicionales que han pasado del desprecio a la burla y, últimamente, a la descalificación, convirtiendo al partido emergente en causante presente o futuro de las diez plagas. En la última semana el presidente del gobierno, sin nombrarlo, como suele hacer habitualmente con todo aquello que le incomoda (aquí, aquí), ha subido un peldaño más en la escalada de amedrentamiento ante un hipotético triunfo electoral del partido de Iglesias. Vuelve el doberman, esta vez azuzado por los populares. Para Rajoy la única posibilidad de encontrar la estabilidad política es mediante la continuidad del ”turno de partidos”, o lo que el denomina las fuerzas mayoritarias. Desde esa racionalidad, sus temores, sin embargo, parecen infundados. Resulta impensable la mayoría absoluta de Podemos, así como una mayoría parlamentaria en coalición con partidos, digamos, de la izquierda radical. Por tanto, las únicas (y seguramente remotas) opciones de gobierno de Podemos pasarían por un difícil acuerdo con el PSOE, un partido que, repentinamente ofrece todas las garantías al presidente del gobierno. Eso sí, no sabemos si con Pedro Sánchez o con Pérez Rubalcaba, al que, al parecer, echan mucho de menos en el PP. Cosas veredes, pero la posibilidad de un pacto PP-Podemos se antoja imposible. Si así fuera, tampoco estaría en peligro España, ya que el PP ejercería de guardián del país. Aun así, y a pesar de que cualquier aritmética parece difícil, la vía que pretende explorar Rajoy es la del PP-PSOE, no solo la mejor sino la única solución para España. Fuera por fin las caretas.
El PSOE, ni afirma ni desmiente. Alerta del peligro de Podemos pero poco, no vaya a ser que sus esperanzas de volver al poder pasen por el partido de Pablo Iglesias, tal es su debilidad actual. A esta indefinición ayuda la bicefalia (o policefalia) de los socialistas. Tan grande es el desbarajuste que Pedro Sánchez ha tenido que llamar al orden pidiendo que se hable de lo que interesa a los españoles y no de cuestiones internas. A ver si es verdad, y se lo aplican todos los partidos.
Preocupación debería haber en los partidos que poco a poco comenzaban o podían a hacerse un hueco en la política española. UPyD y Ciudadanos por la ¿derecha?, nuevas formaciones como Equo por la izquierda y, sobre todo en el seno de IU, que parece que siempre llega tarde a todos los comicios. Veremos el efecto Garzón (¿y otros?), pero se intuye que van a pagar caro sus devaneos políticos, solos o en compañía de otros, que les han convertido a ojos de muchos votantes en parte de “la casta”.
Para cerrar el círculo de la aversión, faltaban los partidos nacionalistas, hasta ahora inmunizados, o eso creían, contra el virus de Podemos. Pero resulta que las últimas encuestas comienzan también a preocuparles. Los partidos catalanes todavía se encontrarían a salvo si se celebraran hoy comicios autonómicos, pues Podemos “solo” ocuparía el quinto lugar en el espectro político. Pero ¡ay!, según un sondeo de GESOP, si las proyecciones se hicieran sobre unas elecciones nacionales, la formación de Pablo Iglesias sería la primera en voto estimado. Salvando todas las prevenciones que genera esta manera de cuantificar los resultados, aviso a navegantes. Así que ya se ha puesto en marcha la maquinaria, en este caso basada en destacar la ambigüedad que sobre el proceso soberanista muestran los dirigentes de Podemos.
Finalmente, los nacionalistas vascos también comienzan a revolverse, especialmente los de la izquierda abertzale. No les gusta que el último Euskobarómetro sitúe a Podemos como segunda fuerza política (y no a mucha distancia) tras el PNV. Sobre todo porque el caladero de votos no se limita a PP y PSOE sino que le dan un buen bocado a EH-Bildu. Si esto fuera así, se confirmaría que el voto a esta última formación no era mayoritariamente filoetarra, como algunos decían, sino que en buena medida estaría formado por descontentos con los partidos de “la casta” que no encontraban ninguna otra alternativa a los partidos conservadores y tradicionales. ¿Cuál ha sido el motivo de la descalificación de los resultados ofrecidos por el Euskobarómetro? En este caso la metodología utilizada. Sin entrar a valorarla, aunque ciertamente la muestra es pequeña, pocas son las encuestas a las que no se acusa de sesgadas o de excesivamente “cocinadas”. Eso sí, comienza a resultar prodigioso que de todas las cocinas salga el mismo guiso. Un guiso que no gusta a muchos. ¿O sí?