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Angel Alonso

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Ulrich Beck: consecuencias (sí) previstas de la modernidad

La etapa de la política de la sociedad del riesgo, ya no puede entenderse en el nivel nacional, sino sólo en el internacional, porque los mecanismos sociales de las situaciones de riesgo no tienen en cuenta al estado-nación y sus sistemas de alianzas

(Beck, La sociedad del riesgo global, 2002:102).

 

En el marco teórico de mi tesis doctoral ocupó un lugar central  la sociedad del riesgo y, por tanto, Ulrich Beck tuvo también un lugar privilegiado. Cuando trabajas tan a fondo la obra de un autor, y en una actividad que ha marcado una parte decisiva de tu vida, no puedes por menos que considerarlo, aunque sea un poco, de tu familia. Es por eso que, aun sin conocerlo personalmente, siento profundamente el fallecimiento de Beck el primer día de este 2015. También porque se ha ido uno de los sociólogos contemporáneos más influyentes. Entre mis planes había valorado incluso la posibilidad de cursarle una invitación como conferenciante en alguna de las actividades que organiza la Asociación Asturiana de Sociología, algo que, lamentablemente, ya no va a poder ser.

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Supongo que ahora surgirán por doquier las alabanzas, como ocurre siempre que alguien fallece, y lo harán también desde el propio campo de la sociología, aunque su concepción del riesgo no siempre fue bien aceptada por la academia en España, quizás por su afán divulgador y el interés por llegar a una audiencia más popular. Lo he podido comprobar cuando, incluidos en el marco teórico de algunas propuestas de artículos, los postulados de Beck sobre la sociedad del riesgo han sido criticados por evaluadores de revistas sociológicas de primer orden que le acusan de manejar ideas poco tangibles y de no aportar datos que fundamenten sus tesis (¡!).

En cualquier caso, sirva como homenaje a su memoria y a su obra este post que intenta resumir algunas de las principales ideas de esta teoría, aunque su extensa obra ha abarcado ámbitos tan distintos como la precariedad, la deslocalización, la fragmentación del proceso productivo, la desigualdad, la subordinación a las instituciones globales de gobernanza o los nuevos actores individuales y colectivos, algunos de los cuales ya he tratado con anterioridad en mis entradas (aquí, aquí y aquí). Y por supuesto los debates sobre la globalización y el peligro de la tecnología, de los que fue precursor este convencido europeista.

La sociedad industrial, y con ella las nuevas oportunidades que se le presentaban o los peligros que afrontaba, se convirtieron en las últimas décadas en objeto de debate para la teoría sociológica y sus corrientes de pensamiento. Desde el momento en que las ciencias sociales comenzaron a tomar en consideración en sus respectivas áreas de conocimiento el concepto de riesgo, éste empezó a adquirir relevancia hasta situarse para algunos estudiosos en el centro de la problemática social. Fue el caso de Beck, quien lo trató, fundamentalmente, desde las perspectivas ambiental y laboral. En ambos casos, la “lógica positiva” de la distribución de la riqueza aparece desdibujada por la “lógica negativa” de la distribución del riesgo.

Beck trató de demostrar que la modernización ecológica no había tenido en cuenta algunos riesgos medioambientales globales, a los que muy acertadamente denominó riesgos de “enormes consecuencias” pero “baja probabilidad”, tales como los accidentes nucleares o las guerras químicas. No hay que olvidar que  su (probablemente) obra cumbre, La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad, se publicó poco después del desastre de Bhopal, del que se acaban decumplir 30 añosy de la más conocida catástrofe de Chernobyl. Para Beck nos encontramos ante riesgos más “democráticos” desde el momento en que todo el mundo corre peligro. Cuando el riesgo es real, el “otro” desaparece. La vinculación entre riesgos e industria cambia radicalmente la atribución del peligro que en la época preindustrial recaía  en  “otros” o en el “destino”.

Históricamente se ha considerado a la sociedad industrial como una “sociedad centrada” en el trabajo pero en el nuevo contexto de globalización de la economía y de los procesos esta coherencia  biográfica de los trabajadores se ha visto quebrada por fenómenos como la globalización, la individualización o el subempleo, modificando las estructuras tradicionales. Se ha terminado por imponer la flexibilización del tiempo y del lugar de trabajo, haciendo más difusa la delimitación entre el “trabajo” y el “no-trabajo”, como bien resume Josetxo Beriain en el prólogo de Las consecuencias perversas de la modernidad, una compilación imprescindible de textos de ¡nada menos! que Bauman, LuhmannGiddens y el propio Beck.

Para captar la noción de riesgo es preciso adoptar, por tanto, un enfoque basado en la previsión de las consecuencias de la acción de las personas, si bien teniendo en cuenta que muchos de estos actos producidos dentro del entramado de la modernización constituyen desenlaces no esperados, consecuencias no previstas, conflictos e inseguridades provocados por el avance industrial y tecnológico. La autorrealización, las elecciones y las decisiones personales se convierten en características de una sociedad globalizada del riesgo que para Beck elevó el individualismo a la condición de sustituto genuino de la certidumbre.

Según la interpretación de Beck, en las sociedades avanzadas prevalece el intercambio de riesgos por encima del de mercancías, limitando la función aseguradora de las instituciones sociales y ahondando en la individualización. La inconstancia y el carácter impredecible de unas sociedades que han vaciado de contenido las instituciones y la privatización de la esfera de lo público estimulan el individualismo pragmático y la búsqueda de una “solución biográfica” a las contradicciones del sistema. Restringida la seguridad tradicional, las biografías de las personas quedan al margen de modelos y paradigmas, imponiéndose la libertad y la responsabilidad en la construcción de las propias trayectorias pero también quedando más expuestas a las obligaciones y exigencias de estas sociedades globalizadas. A partir de ese momento histórico serán las personas concretas, las empresas o el Estado, convertidos en nuevos actores políticos, los responsables de los riesgos industriales, y será a ellos a los que la sociedad demande responsabilidades.

Mirando en positivo las consecuencias de lo planteado, Beck situaba el problema del riesgo inserto en un contexto de “modernidad reflexiva”, en el que la modernización produce una conscienciación de las amenazas y deviene una sociedad autocrítica, que comienza a asumir los peligros de la sociedad industrial. Quizás hasta ahora todo esto no resultaba tan nítido, sin embargo parece que algo está cambiando y, por fin, estamos asistiendo a la aparición de los nuevos escenarios de los que nos hablaba el sociólogo alemán. Nuevos actores están ocupando el lugar perdido por los debilitados estados-nación y, entre ellos, los movimientos sociales están ejerciendo un papel fundamental, actuando como fuerza movilizadora, situando los conflictos en la agenda pública y sirviendo de  caja de resonancia para aquellos que habitualmente no tienen voz. Si es así, el trabajo de Beck no habrá sido en vano.

In memoriam, Ulrich Beck (1944-2015)

Sobre el autor

Soy sociólogo y me considero una persona dinámica, a la que le gustan los retos personales y profesionales. Esa inquietud se refleja también en mi compromiso con la sociedad, civil, ayudando a organizar actividades como foros y congresos como miembro de la Asociación Asturiana de Sociología y de la Junta de Gobierno del Colegio de CCPP y Sociología del Principado de Asturias. Escribo cuando puedo en este blog y participo con cierta asiduidad como colaborador de medios locales, principalmente en prensa escrita y radio.


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