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Angel Alonso

Sociedad sin Red

La miseria es jerárquica, el Covid-19 es democrático

Ya he hablado antes aquí del malogrado Ulrich Beck y su concepto de sociedad del riesgo. La crisis del coronavirus lo trae de nuevo a la actualidad. Beck decía que en las sociedades de la primera modernidad se repartían riquezas y este reparto no era igualitario, mientras que ahora se reparten riesgos que afectan por igual a toda la población y en cualquier rincón del planeta. Su pensamiento estaba condicionado, sobre todo, por dos catástrofes ambientales del momento, como la de Bophal o la de Chernobyl, que marcaron sus preocupaciones y sus estudios.

https://news.umich.edu/coronavirus-u-m-experts-can-discuss/

La inédita situación actual no podemos considerarla estrictamente dentro de la categoría ambiental, pero tampoco podemos desligarla de la emergencia ecológica, que ahora parece más visible que nunca. Se inició en una ciudad hiperurbanizada y globalizada, Wuhan, con las condiciones perfectas para la expansión de una pandemia y el desastre ecológico al mismo tiempo y se ha reproducido en las principales ciudades y connurbaciones del mundo, más expuestas a movimientos importantes de personas y con una mayor densidad de población. Esto establece importantes diferencias y escenarios entre regiones, pero lo verdaderamente novedoso de este tipo de pandemias, parafraseando a Beck, es que “la miseria es jerárquica y el Covid-19, democrático”. Los riesgos pueden afectar inesperadamente a personas y grupos que hasta se sentían seguros, invulnerables, con fronteras salvaguardadas, aunque es cierto que, todavía, los efectos son mayores para quienes tienen situaciones más precarias o frágiles. Solo hace falta ver las distintas condiciones de los confinamientos o las previsibles consecuencias de los ERTES.

La mayoría de los riesgos (y especialmente los más graves) no son ya perceptibles directamente, no suelen presentarse de manera catastrófica sino insidiosa. No se han detectado a tiempo las causas y las consecuencias son imprevisibles excepto, quizás, para la comunidad científico-técnica, y desde luego son poco comprensibles para la sociedad en general. Los peligros se convierten en “polizones del curso normal” porque están presente en cualquier actividad cotidiana que realizan las personas y se transportan a través de los elementos esenciales para la vida. No hay una mejor descripción para el Covid-19 que esta echa por Beck hace varias décadas para los riesgos sistémicos.
Y, en este caso, existe una nueva amenaza, la del desconocimiento. Creíamos tener respuestas para todo pero la ignorancia de las consecuencias no deseadas genera incertidumbre e incapacidad para tomar decisiones acertadas.

Lo que es seguro es que a este tipo de riesgos no se les puede dar una respuesta únicamente mediante la política nacional. El estado-nación (y menos los localismos, los nacionalismos, los populismos de recetas fáciles) ya no puede garantizar las condiciones básicas de convivencia y seguridad. Solo desde una lógica transnacional se pueden afrontar los inmensos desafíos de las sociedades actuales, alentados por la globalización y la revolución tecnológica.
Pero a diferencia de este compromiso cosmopolita, las soluciones siguen siendo locales, incluso las opciones políticas triunfadoras o emergentes en muchos países reafirman sus opciones a través de la vuelta a la tribu. Y las instituciones no responden mucho mejor. Estamos viendo estos días como se agranda de nuevo la brecha entre los luteranos del norte, con su ortodoxia fiscal y los díscolos del sur, en lugar de reforzarse nuevos espacios en la Unión Europea, seriamente amenazada ya tras el Brexit y la indisciplina de algunos de los nuevos socios. Si fracasamos en la toma de decisiones importantes se beneficiarán quienes quieren dinamitar las instituciones comunes (y algunos de estos dinamiteros ya están dentro).

En el plano nacional o en el de la región, existe una gran especie de esquizofrenia entre el colectivismo que representan simbólicamente los aplausos de las 8 de la tarde y las caceroladas contra el gobierno posteriores, como si no hubiéramos entendido que las sociedades más fuertes son la que antes y mejor salen de las crisis. Esto no excluye la crítica, por supuesto. Habría cosas mejorables en la gestión de la pandemia, pero no es fácil en estas circunstancias y cuando las medidas tienen que conjugar la precisión con la urgencia que se requiere. Todos los gobiernos se han equivocado, no solo los nuestros. Se les acusa de improvisar, pero el carácter inédito de esta crisis obliga a ir dando pasos a medida que se van produciendo los hechos. Buena parte de la oposición no ha sido ejemplar en sus declaraciones, más bien insolidarias y egoístas, aunque también ha habido excepciones notables que, con sentido de estado, han huido del oportunismo.

Suele decirse que el aprendizaje innovador surge por shock, que las crisis nos obligan a modificar nuestras pautas de manera violenta, sin tiempo para reaccionar. También oímos estos días que estamos ante un cambio de paradigma, pero eso mismo ya se decía en la crisis de 2008 y pocas cosas han cambiado. Joseph Stiglitz ha pronosticado el fin del neoliberalismo que, cuatro décadas más tarde, se ha mostrado incapaz de cumplir con su promesa de crecimiento y beneficios, que llegarían de arriba abajo alentados por la globalización y la revolución tecnológica. Sin embargo, los modelos económicos que avalaban los bajos salarios y los recortes en el Estado de Bienestar como medio para conseguir sociedades más igualitarias, se han mostrado ineficaces, evidenciando que se trataba de un principio más ideológico que económico.

Está por ver, como ocurrió tras la crisis de 2008, si este escenario se cumple, qué tipo de cambios sociales se vislumbran y si nos enfrentamos a un nuevo escenario post-globalización. En la siguiente entrada del blog trataré de reflexionar sobre estas cuestiones.

Sobre el autor

Soy sociólogo y me considero una persona dinámica, a la que le gustan los retos personales y profesionales. Esa inquietud se refleja también en mi compromiso con la sociedad, civil, ayudando a organizar actividades como foros y congresos como miembro de la Asociación Asturiana de Sociología y de la Junta de Gobierno del Colegio de CCPP y Sociología del Principado de Asturias. Escribo cuando puedo en este blog y participo con cierta asiduidad como colaborador de medios locales, principalmente en prensa escrita y radio.


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