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Angel Alonso

Sociedad sin Red

¿Ha sido Floro un Líder?


En términos estrictamente políticos, el liderazgo no solo se mide por la visibilidad pública o la experiencia previa, sino por la capacidad de influir, cohesionar un grupo y generar una narrativa política reconocible. Luis Manuel Flórez, “Floro”, ha sido una figura con un indiscutible capital ético y una biografía al servicio de causas sociales, pero su paso por la portavocía socialista ha carecido de capacidad de articulación política. Podría decirse que estamos ante un liderazgo más carismático o testimonial que estratégico u orgánico.

Se ha echado en falta un liderazgo que combine su autoridad moral con la construcción de una alternativa clara al actual gobierno local. En su etapa al frente del grupo socialista no se percibió una agenda sólida ni una oposición definida frente a algunas decisiones relevantes del ejecutivo de Carmen Moriyón que han generado debate público. Floro ha sido un referente respetado, pero no un líder político en sentido estricto.

¿Es posible ser un buen aspirante a alcalde, pero tener un papel discreto como líder de la oposición?
Son papeles muy distintos y requieren cualidades diferentes. Un alcalde debe generar consensos, gestionar recursos, cuidar formas institucionales. Un líder de la oposición, en cambio, debe ser más incisivo, crítico y tener una enorme capacidad de comunicación política. Floro, con su talante dialogante y su estilo más propio del tercer sector que del debate político partidista, parecía más adecuado para la representación institucional que para la confrontación política.

No todos los perfiles que serían excelentes como gestores o figuras de consenso logran adaptarse a la exigencia del debate público cotidiano, donde se necesitan reflejos, posicionamientos firmes y capacidad para marcar agenda. En Gijón, la oposición socialista ha carecido de esa visibilidad en temas relevantes como los cambios urbanísticos o la parálisis del plan de vías. El contraste con portavoces anteriores más combativos, como José María Pérez, es evidente.
Tampoco ser una persona conocida es una garantía de éxito en política. El reconocimiento público es una condición importante —lo que en Ciencia Política se llama “capital simbólico”—, pero no suficiente. La visibilidad social puede ser un trampolín, pero no basta. La política requiere también estructura, apoyos internos, habilidades comunicativas y visión estratégica. Muchos perfiles públicos que han dado el salto a la política fracasan si no entienden las dinámicas internas del partido o las exigencias del cargo.

En el caso de Floro, su enorme prestigio como activista social no se tradujo en una estrategia política reconocible. Floro era muy reconocido por su labor en Proyecto Hombre, pero trasladar ese prestigio social al campo político requiere otra forma de articulación y respaldo partidario, que quizá no llegó a consolidarse del todo.

Su reconocimiento público no fue suficiente para liderar una oposición eficaz ni para cohesionar a su grupo. La popularidad puede facilitar la entrada, pero la permanencia y la eficacia política requieren algo más: estrategia, apoyos internos y visión a medio plazo.

Portavoz discreto y relevo sin ruido
Es posible representar un perfil bajo, pero tiene un coste. El portavoz es, por definición, quien da la cara, comunica la posición política del grupo y lidera su acción institucional. El papel de portavoz exige visibilidad y liderazgo comunicativo. Si se actúa en un segundo plano, el riesgo es que la ciudadanía no identifique con claridad el proyecto del partido o su oposición al gobierno. En política, los silencios también comunican, y una oposición poco visible puede ser leída como débil o inactiva, aunque esté trabajando intensamente en los despachos.

En Gijón, la escasa visibilidad de Floro durante episodios importantes, ha dejado a menudo un vacío que ha sido ocupado por otras fuerzas políticas, incluso por concejales no adscritos o grupos más pequeños. La ausencia de una voz clara y frecuente afecta a la percepción de liderazgo y al vínculo con el electorado.

No siempre es un problema para el partido que dimita tu primer concejal. Depende de cómo se gestione la crisis. Si se produce en un contexto de desgaste o fractura interna, puede ser leído como crisis. Pero si la salida es ordenada, voluntaria y acompañada de un relevo solvente, puede convertirse en una oportunidad para revitalizar el proyecto político.

En este caso, la renuncia de Floro, explicada como una decisión personal, abre la puerta a recomponer la estrategia del grupo socialista. Su sucesora, Carmen Eva Pérez, tiene ahora la posibilidad de construir un perfil propio, más adaptado a las exigencias del momento político. Todo dependerá del apoyo interno que reciba y de su capacidad para ocupar ese espacio con solvencia.


Es decir, si se quiere que el cambio tenga efectos reales, no basta con una sustitución formal en la portavocía: es necesario dotar de respaldo político, visibilidad mediática y libertad de maniobra a la nueva portavoz. De lo contrario, se corre el riesgo de una portavocía interina o meramente administrativa.

Carmen Eva Pérez es una persona con experiencia institucional y conocimiento del terreno, lo que puede facilitar esa transición. Pero el grupo socialista debe reforzar su presencia pública, especialmente en un momento, justo a mitad de legislatura, en que el equipo de gobierno empieza a sentir ya un cierto desgaste. Se necesita un liderazgo claro que articule propuestas y visibilice a la oposición como alternativa. Hay muchos enfoques, pero podríamos resumir ese liderazgo en tres grandes dimensiones: legitimidad (es decir, reconocimiento y coherencia ética), competencia (capacidad técnica y estratégica) y comunicación (transmitir con claridad un proyecto y conectar con la ciudadanía). A esto se le suma algo clave: saber jugar en equipo. La política no es un acto individual, sino una práctica colectiva.

¿Es este el momento adecuado para el cambio de portavoz del PSOE, justo en el ecuador de la legislatura?

Políticamente, es un momento muy adecuado, como escribí en un post anterior, pues a mitad de mandato se abre lo que Philippe J. Maarek llama en Marketing Político y Comunicación la “precampaña invisible”: un período en el que los partidos opositores deben activar sus estrategias, reforzar sus equipos y comenzar a perfilar candidaturas y mensajes de cara a las elecciones. Si se espera más, el tiempo juega en contra.

De hecho, en este punto del ciclo político es cuando el electorado empieza a mirar, siquiera de reojo, hacia la próxima cita electoral y a valorar qué opciones pueden disputar el gobierno. Un cambio de liderazgo ahora, bien gestionado, puede servir para relanzar al PSOE gijonés y proyectar una imagen de renovación responsable. Dejarlo para más adelante haría que cualquier movimiento se leyera solo en clave electoralista, no como una mejora estratégica del partido.

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Sobre el autor

Soy sociólogo y me considero una persona dinámica, a la que le gustan los retos personales y profesionales. Esa inquietud se refleja también en mi compromiso con la sociedad, civil, ayudando a organizar actividades como foros y congresos como miembro de la Asociación Asturiana de Sociología y de la Junta de Gobierno del Colegio de CCPP y Sociología del Principado de Asturias. Escribo cuando puedo en este blog y participo con cierta asiduidad como colaborador de medios locales, principalmente en prensa escrita y radio.


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