El pasado miércoles, el Pleno del CGPJ recibió un informe elaborado por un grupo de seis jueces bajo la coordinación de uno de sus vocales, Manuel Almenar. El documento, que se “colaba” en forma de anexo de otro informe sobre propuestas para la agilización y reforma de los procesos civiles, ponía de relieve la mala praxis bancaria y la difícil situación que viven muchas familias desalojadas de sus viviendas al no poder hacer frente al pago de sus hipotecas. Por supuesto, el CGPJ decidió no entrar a valorarlo.
Dice Manuel Castells que la clase política se reproduce a sí misma, en un mundo cerrado que no tiene aire y en el que su objetivo principal es su propia supervivencia. Se podría decir otro tanto del poder judicial pero incluso en éste parece que algo se mueve. Si hace poco el juez Pedraz criticaba abiertamente en un controvertido auto a políticos y fuerzas de seguridad, las dieciocho medidas contra el drama de los desahucios que proponen ahora los siete jueces suponen otra bocanada de aire fresco, por mucho que el CGPJ se haya apresurado a desmarcarse del informe. Y más si tenemos en cuenta que entre los firmantes encontramos jueces de los denominados conservadores y progresistas.
¿Son casuales estas reacciones? No lo creo. Más allá de la toma de conciencia de los magistrados de una situación preocupante que afecta a los sectores más débiles de la sociedad, parece que esta concienciación podría enmarcarse en los movimientos ciudadanos de indignados, que han conseguido transformar algunas mentalidades. Decía un eslogan de este movimiento que “Vamos despacio porque vamos lejos”, así que no estaría de más repasar brevemente cuán rápido y cuán lejos han llegado desde el 15 de mayo de 2011.
Para empezar, el movimiento, o más bien cabría decir los movimientos de indignados españoles han conseguido canalizar las protestas. Se le ha dado la oportunidad al ciudadano de participar, en una sociedad como la española acostumbrada a la pasividad. Se ha conseguido combatir la violencia simbólica del Estado (Bourdieu) por medio de la resistencia pacífica de una ciudadanía que ya no acepta por más tiempo como legítima su condición de dominados.
Pero en año y medio han conseguido más cosas. Por ejemplo, que “otra” información sea conocida. Y aquí vuelvo a citar a Castells: “los poderes establecidos odian Internet y si pudieran la liquidarían, pero no es tan fácil. El viejo sistema se pone de acuerdo para resistir ante nuevos medios de información”. A pesar de ello, los blogs y las redes sociales han permitido una gran inmediatez para difundir mucha información que antes no llegaba a los ciudadanos
O en un plano más práctico, han logrado influir en la política española, debilitando el bipartidismo y logrando la visibilidad de partidos minoritarios, además de conseguir romper el consenso de las grandes formaciones políticas sobre el modelo de listas cerradas.
También han contribuido activar un proyecto, aunque imperfecto, sí, de Ley de Transparencia. O un no menos limitado código de buenas prácticas por parte de los bancos, ese que ahora es criticado por los siete magistrados del CGPJ.
Y para la despedida cito a Castells por tercera vez: “la formación de la conciencia de los ciudadanos puede provocar cambios en el poder político. Pero este tipo de cambios mentales lleva tiempo”. Así que podemos decir que, a pesar de todo, van despacio pero quizás vayan lejos.