Terminó el XVIII Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) sin sorpresas, con la elección de su nuevo Comité Central, del que forman parte los próximos líderes del país, Xi Jinping y Li Keqiang. El primero de ellos será presidente del país asiático en marzo de 2013, momento en el que culminará el proceso con la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional. El congreso ha realizado un cambio generacional con la sustitución de los viejos líderes y sin embargo no parece que se vayan a producir grandes transformaciones en la política que el PCCh ha llevado a cabo en las últimas décadas.
Se podría pensar que el hijo de uno de los históricos dirigentes revolucionarios, cuatro veces encarcelado y crítico con la represión de las protestas de Tiananmen, vendría a agitar las viejas estructuras chinas, pero no parece que el nuevo Comité Central tenga grandes incentivos para cambiar el modelo de crecimiento. De entre todas las teorías que buscan explicar el éxito económico chino, ha hecho fortuna la tesis del gradualismo, de los pequeños cambios, paso a paso. Ha sido también un proceso realizado de abajo arriba, en el que las modificaciones no siempre se introdujeron de manera intencionada sino por medio del ensayo y el error, con frecuentes virajes. Los cambios empezaban en los niveles inferiores de la cadena y cuando resultaban exitosos se trasladaban al nivel nacional. Reformas económicas sin reformas políticas, es lo que dictan las leyes del economicismo, según el cual un sistema debe ser juzgado por la consecución de los objetivos que se persiguen. Y desde 1978 China ha registrado un crecimiento sostenido, con mejoras en el nivel de vida de amplias capas de la población. La fase expansiva durante el período de reformas duplicó los registros de la época maoísta. Según el investigador Pablo Bustelo, no hay precedentes de la evolución de la renta per cápita china, multiplicada por dos en apenas diez años, entre 1977 y 1987, tal y como se comprometieron los líderes chinos desde Deng Xiaoping.
Xi Jinping se basará en este patrón de desarrollo aunque, probablemente, potenciando el consumo interior y reduciendo algo la inversión estatal, ya que el propio Hu Jintao ha asegurado que el actual modelo que privilegia las importaciones y la inversión no es sostenible por más tiempo. En su trayectoria política Xi Jinping ha destacado el papel de la industria privada pero sin desviarse demasiado de la ortodoxia comunista (es doctor en teoría marxista), por lo que las reformas administrativas serán menores. Un rápido proceso privatizador no se encuentra desde luego en el centro de sus reformas. Si las empresas estatales chinas eran en el pasado ineficientes y no podían obtener beneficios, hoy compran y venden en el mercado libre y pueden quedarse con una parte del excedente obtenido. Disciplina, sí, pero también mejora de la productividad. Así que el éxito de las reformas no hace prever a corto plazo una transformación radical de sus estructuras.
Algunos economistas predijeron a finales en los años ochenta el fracaso del gradualismo chino pero esta lenta transición hacia la economía de mercado lejos de naufragar ha demostrado su eficiencia.