El pasado miércoles tuve la oportunidad de participar en el foro-debate “Formación para el empleo. Aprender a lo largo de la vida” que organizó la Agencia Local de Promoción Económica y de Empleo de Gijón. Para quienes estén interesados en la relación entre Empleo y Políticas Activas de Empleo (PAE) y no pudieran asistir a mi presentación, os dejo a continuación un resumen de esta intervención. La presentación se dividía en dos partes, Empleabilidad y PAE, por un lado y Ocupación y Formación por otro. Aquí, por motivos de espacio hablaré solo de la primera, aunque en una entrada posterior quizás vuelva sobre la segunda.
Las PAE tienen su mirada puesta en la recualificación de los desempleados de forma que puedan realizar transiciones más rápidas entre el paro y el trabajo. Pero últimamente se justifican los recortes en las PAE con el pretexto de que son ineficientes, de que no son útiles. Y a la vista de algunos datos, APARENTEMENTE, esto es así.
Muchos datos sobre políticas de empleo son intencionadamente ocultados, así que vamos a mostrar algunos. Si nos fijamos en este gráfico, diríamos de nuevo que APARENTEMENTE España está trabajando bien en lo referente a políticas de empleo. Estábamos en el pelotón de cabeza en 2007 (2,2% sobre el PIB en políticas totales) cuando comenzó la crisis y mejor aún en 2010 (3,9%), en el momento de mayor destrucción de empleo. La serie termina en 2010 porque son los últimos datos disponibles en Eurostat para la comparación Europea y porque son dos hitos importantes en la crisis de empleo, el comienzo y la fase en la que más empleo se destruye. Después veremos algunos más actualizados.
Y decía que estábamos bien APARENTEMENTE porque cuando desagregamos los datos empiezan a aparecer los problemas. En este otro gráfico se muestra el gasto en Políticas Pasivas de Empleo (PPE) para España, el mayor de toda la UE. Y aquí ya se atisban algunos de los defectos de diagnóstico. En primer lugar, la cifra es tan alta por el peso que sobre ella tienen el gasto en prestaciones por desempleo (3,1%), que se dobló desde 2007 a 2011 (de 15.000 a 30.000 millones). Y en segundo lugar, vemos que la proporción sobre el gasto total era prácticamente la misma en 2007, cuando la tasa de desempleo estaba en el 8%.
¿Esto quiere decir que debemos reducir el gasto en PPE? No, al menos ahora. Con casi 6 millones de parados según la última Encuesta de Población Activa se dejaría (ya se está dejando) a muchas personas desprotegidas. Pero sí se pudo equilibrar antes. Además, de ese 3,9% del Producto Interior Bruto gastado en 2010 en políticas totales de empleo, solo el 0,67 se invirtió en PAE (aquí sí que prefiero llamar inversión y no gasto). Apenas un 0,04 por ciento más respecto a 2007. Es decir, ante un ciclo económico distinto y tasas de desempleo muy diferentes (8,3 en 2007 y 20,1 en 2010) reaccionamos de igual manera. Y los desequilibrios se ven mucho más claros si observamos a la inversión en PAE por persona en este otro gráfico: 15.000 €/persona en Dinamarca en 2010 frente a los poco más de 1.000 en España, en la que vemos que, además, la inversión ha decrecido desde 2007 fruto del cuantioso aumento del volumen de desempleados y el exiguo crecimiento del porcentaje de inversión en PAE que hemos visto anteriormente.
Así que la siguiente pregunta podría ser: ¿hemos mejorado desde 2010? La respuesta es no, hemos empeorado a pesar de la centralidad de las PAE en el funcionamiento del mercado de trabajo. La reforma laboral de 2012 ignora cualquier nueva medida sobre PAE y en los Presupuestos Generales para 2013 la partida de PAE prevé una reducción de casi en un 35 %. Si bien es cierto que el grueso de este recorte se realiza sobre las bonificaciones a la contratación, que tenían unos indudables efectos “peso muerto” y “sustitución”, lo que las hacía ineficientes, no lo es menos, que se recortan asimismo partidas como la destinada a la recualificación profesional de los desempleados que han agotado la prestación, o la formación profesional para el empleo, que ya habían experimentado una disminución de más de un 30% en los presupuestos de 2012. E insisto en recordar que existe un amplio consenso en Europa sobre la influencia que tiene un buen diseño de las PAE en la reducción de los períodos de desempleo.
Pero las PAE, además de requerir un importante gasto de recursos públicos, precisan de una buena planificación e implementación que asegure la rentabilidad de dichas medidas y el cumplimiento último de sus objetivos de reducción del desempleo. Sin embargo, en nuestro país existen también muchos desequilibrios en el diseño y la orientación de las PAE. Por poner solo algunos ejemplos, el porcentaje destinado a integración y reorientación laboral es solo del 3,8% en España, mientras en la UE-15 supone el 14,1%, el 51,9% en Dinamarca o el 63,4% en Holanda. Como muestra, en Dinamarca hay un orientador por cada 30 desempleados y en España uno por cada 450. Y, por si fuera poco, ahora se está reduciendo aún más el número, a pesar de que desde la Comisión Europea se han sugerido distintas iniciativas para mejorar las PAE . Entre ellas, sí, el reforzamiento en número y cualificación de los empleados del Servicio Público de Empleo.
Pero hay más. También tenemos una inadecuada composición de las PAE, con un gasto de tan solo el 34,2% en formación de parados en 2011 y buena parte de las acciones formativas corresponden a formación generalista. Y para cerrar el círculo, el discurso político es eminentemente presupuestario. Abundan los informes con las cifras de gasto en PAE o de las acciones formativas subvencionadas pero faltan controles ex-post sobre resultados, más allá del mero control administrativo. Apenas conocemos nada sobre tasas de inserción y lo que es peor, si éstas tasas son consecuencia directa de la formación recibida.
Quizás por eso, desde la Comisión Europea también se ha recomendado intensificar los vínculos entre políticas activas y pasivas, coordinando mejor los Servicios Públicos de Empleo nacionales y regionales. Parece que las soluciones no pasan por los recortes sino por un rediseño y orientación de las políticas de empleo que modifiquen la composición de gasto, con más dotación para las PAE por su centralidad en el funcionamiento del mercado de trabajo, la mejora de la eficiencia a través de la evaluación y el refuerzo de la orientación y la intermediación. Naturalmente las PAE son solo una parte de la solución, así que la mejora del empleo en España necesita también mejoras en formación y en nuestro sistema productivo. Como dije antes, es posible que aborde estos cambios en otras entradas.