“Hablaba Maquiavelo que el peor defecto que tienen las repúblicas débiles es que son irresolutas, de modo que todo se pospone y se deja al tiempo que lo arregle o se arregla a la fuerza a destiempo. Es un defecto moral más que material. Ud. siempre ha dicho que actúa por necesidad, obligado entre lo malo y lo peor. Desde el mayor cariño y con todo respeto, no charle más con D. Nicolás ni siga escribiendo su autobiografía El tiempo y yo”. Con estas palabras interpelaba el diputado de Foro Asturias Enrique Álvarez Sostres al presidente del Gobierno en el pasado Debate sobre el estado de la Nación. No las traigo aquí porque las haya pronunciado un político asturiano sino porque es una de las frases más sutiles que pudieron oírse en el Congreso de los Diputados en medio de la mediocridad generalizada de las intervenciones.
Es lo que tiene la presencia en las Cortes Generales de los partidos pequeños y sin aspiraciones de gobierno, que acaban siendo los únicos que terminan por hacer propuestas acordes a lo que demanda la ciudadanía y pueden decirle las verdades a la cara del jefe sin miedo a represalias. IU y UPyD, por poner a los siguientes en la lista, tampoco estuvieron mal, pidiendo la dimisión del Presidente, unos, y hablando de refundar el Estado, los otros, pero tampoco ofrecieron nada nuevo y van moderando su discurso en la misma proporción en la que se incrementan sus expectativas de voto. No vaya a ser que lleguen al Gobierno y tengan que retractarse. Y si no, que se lo digan a los representantes regionales del partido magenta, que desde que entraron en ese acuerdo tripartito en Asturias han tornado en mudos, émulos del Presidente del Principado, tolerando la pantomima que, como todas las comisiones de investigación, representa la que se sigue por el caso Marea. En los accidentes con víctimas, casi siempre tiene la culpa el fallecido. En este caso, físicamente no hay cadáveres, solo son equiparables los trabajadores despedidos de dos de las principales empresas investigadas, de los que nadie más se ha vuelto a acordar. No es descartable que finalmente sean ellos los que carguen con la responsabilidad, visto que todos los imputados tuvieron una conducta intachable.
Una vez en el poder, se acabó el ímpetu por la regeneración democrática, así que lo único que queda es continuar con esa otra ficción que supone el Debate sobre el estado de la Nación, que más bien debería denominarse sobre el estado de los Partidos. Porque, no nos engañemos, lo que se dilucida es la salud de las formaciones políticas, como bien sabía Maquiavelo, que no proporcionaba al Príncipe consejos morales sino sobre el arte de alcanzar el poder y mantenerse en él. En esas está Mariano Rajoy, que como no tiene nada nuevo que contarnos, ha vuelto la vista sobre sus añejas promesas, por otra parte incumplidas, recuperando la idea de salvar la economía española a base de que las empresas no paguen el IVA hasta que lo hayan cobrado. Una idea tan difícil de cumplir, por el descenso que supondría en la recaudación en un momento en el que la morosidad ha alcanzado su punto más alto, como técnicamente de realizar, por el esfuerzo fiscalizador que conllevaría (sin contar, claro, con que entre en juego la picaresca española).Por eso la pospone un año. Otro.
El argumentario y las ideas del partido en el gobierno no llegan más allá de nuevas subvenciones a las contrataciones que históricamente se han mostrado totalmente ineficientes, cuando no perjudiciales. Bueno, esto y la moda peligrosa de justificar todas las decisiones adoptadas (recortes) basándose en las hipótesis sobre lo que habría ocurrido si no se hubieran tomado las medidas que se tomaron. Estudios que avalen estas afirmaciones, por supuesto, ninguno. ¿Y qué dice el principal partido de la oposición? Pues poco, por no decir nada. La letanía del PSOE es ahora arrepentirse de todo lo que no hicieron en el poder: “cada vez que hay un desahucio yo pienso siempre, maldita sea, por qué no arreglamos aquello” ha sentenciado Alfredo P. Rubalcaba. También en este caso igual vale para la ley hipotecaria que para cualquier otra cuestión. Debe de ser la consigna en el PSOE. Ya lo dijo un político de su partido cada vez que Jordi Évole le preguntaba en su programa de La Sexta por qué reclaman políticas que ellos no pusieron en práctica cuando pudieron, “no se nos ocurrió entonces”.
Hace algunos meses leí una entrevista con Harold Burson que dio la respuesta más acertada que he oído para acabar con el problema de la representatividad política: “para arreglar esta crisis hace falta un presidente que no quiera ser reelegido”. Burson tiene 91 años, quizás por eso se permite decir estas cosas. Así que, a lo mejor, todo es una cuestión generacional. Parece que solo desde la ingenuidad que otorga la juventud y desde la suficiencia de quiénes vienen ya de vuelta de todo pueden surgir las mejores propuestas. El problema es que los políticos suelen estar entre los otros…y todos quieren ser reelegidos.