La construcción naval constituía un sector estratégico en la bahía de Gijón y una industria clave en una región fuertemente castigada a partir de la reconversión industrial de los años ochenta, aportando un volumen nada despreciable de trabajadores. Sin embargo su actividad fue languideciendo hasta que en 2009 los dos astilleros que todavía quedaban operativos cerraron sus puertas. ¿Por qué traigo a la memoria, tres años después, el caso de los astilleros gijoneses? Porque el conflicto de la minería presenta para mí algunos paralelismos con el devenir de la construcción naval en su etapa final. Veamos:
- El predominio de obreros industriales había favorecido la identificación de los ciudadanos con las reivindicaciones laborales del sector naval, convertido en referente de otros colectivos en dificultades, que imitaban sus prácticas basadas en la socialización del conflicto y en la búsqueda de la implicación de la clase política. El incremento del peso del sector servicios en Asturias tuvo un efecto importante en términos de disolución de la cultura de clase obrera.
Foto: Ángel Alonso
- La saturación de noticias sobre los problemas del astillero y las ayudas públicas recibidas o previstas, contribuyeron a desgastar la imagen de los trabajadores y crearon un clima de descontento entre la ciudadanía. La crisis comenzaba a golpear la economía asturiana y las reivindicaciones del sector naval comenzaron a incomodar a unos ciudadanos ya suficientemente ocupados en resolver sus propios problemas laborales y poco predispuestos a apoyar a trabajadores a los que muchos consideraban privilegiados.
- Los apoyos políticos comenzaron a debilitarse. Las ayudas al sector naval habían sido insuficientes para lograr los objetivos y las distintas administraciones se mostraban poco predispuestas a seguir financiando una actividad que no se conseguía hacer rentable.
- La importancia de la actividad para la estructura económica de la región decrecía en la misma proporción en la que disminuía el número de trabajadores directa o indirectamente vinculados a la misma.
- Las ayudas al cierre empujaron un poco más a la construcción naval hacia su fin.
No obstante, existen también algunas diferencias en la forma de afrontar el conflicto de ambas actividades, que podrían deparar un final diferente para la minería asturiana:
- La unidad de acción de los sindicatos del sector naval permitió articular y dar coherencia a las movilizaciones durante los momentos más agudos de la crisis industrial en Gijón, a pesar de las evidentes diferencias ideológicas, estratégicas y de planteamiento de la acción colectiva. Esta unidad se rompió en los estertores de la actividad, sobre todo en el caso de Naval Gijón y disminuyó la posibilidad de trasladar el conflicto a la calle.
Foto: Reuters
- El llamamiento a la calma de UGT y CCOO, que aseguraban tener resuelto el futuro de los trabajadores, y el envejecimiento de las plantillas, se reflejaron en protestas meramente testimoniales para evitar el cierre de los astilleros.
- El margen de maniobra de que disponían los trabajadores del sector naval era menor. No solo porque el final se encontraba más cercano en el horizonte cuando se planteó el conflicto, sino porque éste no se había extendido a la totalidad del sector, lo que garantiza una mayor repercusión mediática a nivel nacional y una mayor capacidad de presión frente a las distintas administraciones.
Para terminar, dos recomendaciones, si se me permiten. Desde fuera se echa de menos una mejor política de comunicación por parte de los trabajadores de la minería. Más explicaciones sobre sus reivindicaciones y un menor despliegue pirotécnico podrían acercar las posiciones, también con la ciudadanía. Y elijan bien a los interlocutores. En el año 2001, justo en una de las mejores épocas a efectos de contratación de la historia reciente de Naval Gijón, un expresidente de esta empresa aseveraba: “habrá astillero hasta la eternidad”. Que mejores profetas iluminen el camino de Asturias.