El proceso de elección del nuevo Presidente chino, una especie de cónclave papal diferido en el tiempo, finalizó el 14 de marzo con la toma de posesión de Xi Jinping, como presidente de la República Popular China. El acto, estuvo marcado por sus constantes referencias a la lucha contra la corrupción, una constante desde que fuera nombrado Secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh) allá por el mes de noviembre. Luchar contra “las moscas” y “los tigres” dice el nuevo presidente que es la fórmula elegida por su gobierno, lo que significa que sus esfuerzos se dirigirán a combatir tanto la corrupción en la que están inmersos los funcionarios del PCCh de nivel inferior como aquella que afecta a los de más alto rango.
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Los chinos, ya lo sabemos, acostumbran a ilustrar la realidad con un lenguaje metafórico cargado de aforismos y proverbios. Y son varias las referencias al mundo animal que han pasado a la historia como declaración de intenciones de las políticas a aplicar. Sin duda, a la espera de que la de Xi Jinping haga fortuna, la más recordada es la que se atribuye a Deng Xiaoping quien en los años 60 declaró que “Da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones” para justificar la transformación del régimen comunista chino. Sin embargo, varias décadas después, algunas cosas no han cambiado tanto. Unas pocas familias y grupos de interés siguen detentando un poder visto por la población como sinónimo de corrupción. Las desigualdades han aumentado en China, y el escepticismo ante las palabras de Xi Jinping ha crecido en la misma proporción en la que los casos de corrupción salen a la luz. La gente espera acciones, no palabras, según Heng He, analista de NTD China.
Trasladada la cuestión a nuestro país, quizás podamos encontrar algunos paralelismos, o al menos en la percepción que sobre la corrupción tienen (tenemos) los ciudadanos españoles. Si nos fijamos en las encuestas realizadas, se diría que la corrupción está también muy arraigada en distintos ámbitos de la sociedad española, y que existen notables resistencias a la puesta en marcha de medidas contra la corrupción. Una percepción quizás equivocada, al menos en lo referente al número de casos de corrupción, si nos atenemos al excelente artículo que publicaban en REIS Manuel Villoria y Fernando Jiménez. Por cierto, al segundo de ambos tendremos la oportunidad de verlo y escucharlo en la conferencia “¿Por qué fracasan tan a menudo las políticas anticorrupción?” que la Asociación Asturiana de Sociología (AAS) y el Colegio de CC Políticas y Sociología organizan el próximo 4 de Abril en el CCAI de Gijón.
Pues bien, según el mencionado artículo, la percepción de corrupción en España es bastante mayor que lo que demuestran los datos de su investigación. Ni tan siquiera la corrupción política es tan alta como pudiera parecer, si bien ésta supera con creces a la puramente adminstrativa, cuyo alcance es, a tenor de los datos exhibidos, casi residual. La “tasa de criminalidad” del funcionariado español se situaría en un ridículo 0,014%, si bien matizan que esto puede deberse tanto a que se persigue menos este tipo de corrupción, por lo costoso y complicado de las investigaciones, como a la propia lógica administrativa, en la que la toma de decisiones y la responsabilidad final recae sobre los políticos. En éstos, el “índice de criminalidad” alcanzaría, según este estudio, el 0,7%, una cifra que se obtiene de los 500 posibles acusados (800 imputados) sobre un total de 70.000 políticos electos y altos cargos. Y, curiosamente, mientras el mayor índice de corrupción lo tienen las administraciones locales y regionales, son los casos de corrupción a nivel nacional los que aparecen como más relevantes, quizás por su mayor repercusión mediática. Así lo demuestran los datos de los distintos barómetros del CIS y Eurobarómetros que Villoria y Jiménez aportan en su estudio, pues en todos ellos el gobierno nacional puntúa mucho más bajo que las instituciones subnacionales y es visto como más corrupto que aquellos, alcanzando niveles de percepción de corrupción del 83%.
Así que parece que, en primer lugar, la corrupción en España no está tan sobredimensionada como se percibe, (o al menos no en el momento en que se publicó el mencionado artículo) y, en segundo lugar, a diferencia de lo que ocurre en China, el problema parece ser más de “moscas”, aunque los españoles seguimos viendo como más corruptos a los “tigres”. ¿Por qué entonces esta percepción tan elevada de la corrupción? Villoria y Jiménez lo explican desde dos puntos de vista. Por un lado, la desafección y la desconfianza en las instituciones y, particularmente en la política, está muy arraigada en nuestra sociedad, como en repetidas ocasiones han puesto de relieve sociólogos como Lamo de Espinosa. Por otro, la lucha contra la corrupción (paradójicamente) y la detención o procesamiento de políticos, incrementan la sensación de corrupción. Diríamos entonces, ya que estamos estableciendo paralelismos con el mundo animal, que nos comportamos como la predadora mosca tigre (cuyo nombre viene muy bien al caso), que dice el sitio Zoetecnocampo “se sienta, espera y solamente persigue la presa que está en vuelo, pincha el insecto con una parte de su boca semejante a una daga y consume el líquido dentro de su víctima”.