Dice Ritzer en su Teoría Sociológica Moderna, que la decadencia de la Escuela de Chicago se inició en el mismo momento en que desde dentro de la institución comenzó a desdeñarse la estadística, pues hasta entonces se habían realizado grandes avances a partir de la utilización de métodos cuantitativos. Traído el argumento a la actualidad, se diría que algunos de los poderes públicos españoles comparten este desdén por las cifras. O de formas más precisa, por aquellos guarismos que no les favorecen.
No hace mucho, el presidente de la patronal cuestionaba la fiabilidad de las estadísticas de empleo, hasta el punto de afirmar que los datos del paro que ofrece la EPA “no son verdad”. Rosell obviaba sin ningún pudor que la EPA sigue los criterios internacionales definidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y más expresamente por el Reglamento (CE) n° 577/98 del Consejo de 9 de marzo de 1998, relativo a este tipo de encuestas en el ámbito comunitario.
El Ministerio de Empleo, por su parte, está dificultando en lo posible el acceso a los datos estadísticos que reflejan la evolución del mercado de trabajo, al no desagregar en su web datos sobre la utilización de algunos de los modelos contractuales introducidos en la última reforma laboral, como el contrato de emprendedores. Y es que, como escriben Bentolila y Jansen en su blog Nada es gratis, este “apagón estadístico”, al que hay que unir la más que posible supresión de la Encuesta de Coyuntura Laboral, recuerda a otros artificios estadísticos similares utilizados tanto por gobiernos del PP como del PSOE en el pasado reciente.
Aquí, en Asturias, el actual gobierno decidió que el apagón fuera total, y la drástica reducción del sector público que se anunciaba, se quedó en la supresión de un solo organismo. Sí, lo adivináis, el Instituto Asturiano de Estadística. El gobierno central no ha llegado tan lejos. Pero utiliza, cada vez más (especialmente la ministra de empleo) el recurso a las declaraciones esporádicas, en las que los datos objetivos se sustituyen por hipótesis sin fundamento alguno, “previsiones oficiales” y estimaciones sobre lo que habría ocurrido si no se hubieran tomado las medidas que se han adoptado. Revestidas, eso sí, con algún aderezo folclórico.
Continúa Ritzer hablando sobre la decadencia de la Escuela de Chicago y cómo la postergación de la estadística se convirtió en una realidad cuando a Park, uno de los principales impulsores de la Escuela, le pareció que lo que el llamaba “magia parlante” relegaba el análisis “de la subjetividad, de lo idiosincrásico y peculiar”. Esas subjetividades y peculiaridades que tan bien concilian con nuestros poderes públicos.