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Angel Alonso

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Que se lixe

Dice un refrán español que para este viaje no hacían falta alforjas. Eso es lo que muchos hemos pensado cuando hemos oído decir al FMI que España necesita más tiempo para cumplir con los objetivos del déficit. Cualquiera podía haber hecho este diagnóstico  hace un par de años. No solo los que de alguna manera estamos en contacto con cifras y estadísticas que ilustran sobre la situación de España. El ciudadano de a pie, por lejanos que le queden los número, habría llegado a la misma conclusión. Todo el mundo sabe que después de una época de ayuno el enfermo no puede comer hasta el hartazgo, del mismo modo que para el acostumbrado a banquetes pantagruélicos es peligroso pasarse a una dieta estricta.

Todos, menos quienes tienen el deber de saberlo y el poder para ejecutarlo. El problema es que éstos siguen mirando desde su torre de marfil mientras suman y restan cifras como si solo fueran eso. Pero más allá de las matemáticas, en el mundo real, existen personas. Y esos bailes de cifras suponen grandes sufrimientos para la población si no se manejan con cuidado. Si no que se lo pregunten a nuestros vecinos portugueses, que nos anteceden en la austeridad y los ajustes. Con un  paro del 18%, una cifra nunca vista allí, existen ya dos millones y medio de pobres (24,4%) según el informe que hizo público Cáritas en… 2011, antes de los últimos recortes. Los sueldos han descendido en el país vecino hasta los 850 euros de media y el salario mínimo ni siquiera alcanza ya los 500. Todo por obra y gracia de la Troika, en la que el FMI tiene un papel principal.

Por eso no es extraño que hayan surgido colectivos civiles como Que se Lixe a Troika o Precários Inflexíveis. Éstos últimos, tratan de introducir la discusión entre la precariedad laboral y sus efectos sociales. Que se Lixe a Troika pretende canalizar el descontento popular y recuperar el espíritu de abril de 1974, hartos de escuchar,  que con las políticas de austeridad terminarían los problemas y se empezaría a crecer. Sí, una vez más, lo contrario de lo ocurrido y sí, allí también se marchitaron los famosos brotes verdes. Pero España no es Portugal…de momento.

 

 

Un poco más al sur, en Grecia, las políticas de austeridad impuestas por la troika y consentidas y aplicadas por su gobierno, están empezando a repercutir en  la salud de sus ciudadanos. Según el informe Economic Crisis,  Restrictive Policies, and the Population’s Health and Healt Care: The Greek Case”, publicado en American Journal of Public Health, los suicidios habían crecido un 22,7% solo en los dos primeros años de recesión, y entre 2010 y 2011 ha aumentado en un 6,2% la hospitalización y en un 21,9% la utilización de los servicios de atención primaria, mientras se reducía al mismo tiempo  el gasto sanitario en un 23,7%. Pero claro, España tampoco es Grecia, de momento.

Aquí, en nuestro país, la torre de marfil se encuentra en un punto intermedio entre la Carrera de San Jerónimo y La Moncloa, entre los aviones privados, las salas VIPS de los aeropuertos y el coche oficial sin límite de kilometraje ni de velocidad. Cualquier residente de los barrios periféricos de las grandes ciudades o de una ciudad intermedia-pequeña española, da igual cual, se topa a diario con la realidad de los comercios cerrados, de las largas colas ante los locales de beneficencia o, sin más, con las conversaciones de personas anónimas que se cuentan sus angustias diarias entre el ERE, la bajada de sueldo o la condena del paro. Cualquiera que no resida a 500 metros de las Cortes, aunque su domicilio oficial figure cerca de Estaca de Bares o la Punta de Tarifa, por poner  los puntos más al norte y al sur de la península.

Aris Messanis-AFP

Howard Waitzkin, uno de los autores del informe sobre Grecia y especialista en Sociología de la Medicina, apunta que la receta debería ser precisamente la contraria. Dice que esperaban efectos negativos de la austeridad sobre la salud pero los resultados son mucho peores, incluso,  de lo previsto. En contraste, en algunos países latinoamericanos, que han resistido las presiones para que recortar la inversión pública en sanidad, han mejorado las estadísticas de salud pública en paralelo a los indicadores económicos. ¡Quién iba a decir hace unos años a la orgullosa Europa que quizás tuviera que empezar a mirarse en el espejo de Latinoamérica! Por cierto, creo que no he oído al FMI decir nada de esto.

Sobre el autor

Soy sociólogo y me considero una persona dinámica, a la que le gustan los retos personales y profesionales. Esa inquietud se refleja también en mi compromiso con la sociedad, civil, ayudando a organizar actividades como foros y congresos como miembro de la Asociación Asturiana de Sociología y de la Junta de Gobierno del Colegio de CCPP y Sociología del Principado de Asturias. Escribo cuando puedo en este blog y participo con cierta asiduidad como colaborador de medios locales, principalmente en prensa escrita y radio.


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