Cuando fue nombrado como nuevo Gobernador del Banco de España, quienes le conocían destacaron de Luis María Linde su extraordinario currículum y su alto prestigio profesional, pero, por encima de todo, que no tuviera un perfil político. Esto era un seguro contra la intromisión en temas ajenos a su competencia. Todos recordamos que su predecesor en el cargo, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, acostumbraba a opinar sobre las reformas laborales o de las pensiones con demasiada frecuencia. No se adivinaban, ni por edad ni por trayectoria, veleidades políticas en el nuevo Gobernador, y sí interés por cumplir con sus auténticas obligaciones. A saber, supervisar la reforma bancaria y gestionar la crisis del sistema financiero.
Pero solo han tenido que pasar un año y un informe para que LML, como antes hizo MAFO, se extralimite en el cumplimiento de sus funciones y se permita aconsejar sobre políticas de empleo y pensiones. El problema no es que LML opine, que tiene derecho a hacerlo, tanto en su calidad de economista como, sin más, de ciudadano de a pie. La cuestión es que cuando se es el máximo supervisor bancario las opiniones son más que esto para los gobernantes de turno.
El diccionario de la RAE cita al Gobernador del Banco de España en su acepción número 3 como ejemplo para su definición, que además de aludir a quien gobierna, define a la “persona que desempeña el mando de una provincia, de una ciudad o de un territorio”. LML ejerce su soberanía sobre un territorio, el Banco de España pero, que se sepa, ni un metro sobre provincias, ciudades u otras demarcaciones. Salvo que la “érotica del poder” le esté haciendo replantearse su entrada (tardía) en política y por eso se permita, como MAFO hizo antes, opinar sobre salarios y jubilaciones. Esto, o que, como su antecesor, intente desviar la atención de los riesgos que siguen sobrevolando sobre la banca española, ya que no termina de estar claro cuándo acabará la reforma del sector y cuánto nos costará.
Y no es que con este SMI, que a LML le parece excesivo, España pueda presumir de un estándar de vida elevado. En enero de 2013 (ver tabla), 20 de los 27 Estados miembros de la UE, tenían una legislación nacional que establece un salario mínimo por ley o por acuerdo nacional intersectorial. Los salarios mínimos mensuales varían ampliamente, desde los 157 € en Rumania a los 1.874 € de Luxemburgo. Eurostat divide a estos países (más Croacia, Turquía y EEUU, países extracomunitarios, y a los que dejo fuera) en tres grupos en función del nivel de salario mínimo a 1 de enero de 2013.
El primer grupo incluye a los países con los salarios mínimos más bajos, entre 100 euros y 500 euros al mes. Todos ellos del este de Europa: Rumania, Bulgaria, Letonia, Lituania, República Checa, Estonia, Eslovaquia, Hungría y Polonia. El segundo grupo está formado por cuatro Estados miembros, Portugal, Grecia, España y Eslovenia (se podría decir que todos del sur de Europa) con un nivel medio de salarios mínimos de entre 500 y 1.000 euros al mes. El tercer grupo, por países centroeuropeos (Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo) más el Reino Unido e Irlanda, en los que el salario mínimo se situaba por encima de 1.200 euros al mes.
También hace Eurostat comparativas expresadas en paridad de poder adquisitivo (PPA), en las que se mide el gasto en consumo final de los hogares teniendo en cuenta las diferencias en los niveles de precios entre países. Como explica la web, teniendo en cuenta las diferencias en los niveles de precios, se reduce la variación entre países, pero principalmente para los del grupo 1 y 3. Los del grupo 1, con salarios mínimos relativamente bajos, también tienen los niveles de precios más bajos, mientras que los países del Grupo 3 con los salarios mínimos más altos, poseen igualmente unos niveles de precios superiores. Sin embargo, en el grupo 2 la variación es mucho menor.
Tampoco existe la clara correlación que LML establece entre salarios y paro, o entre aquellos y el desempleo de larga duración. Los datos de Eurostat no parecen corroborar precisamente estas afirmaciones. Los países del grupo 2, si exceptuamos a Eslovenia, son los que tienen el paro más elevado y los tres países del Benelux, cuyos SMIs son los más altos, poseen tasas de desempleo que se encuentran entre las más bajas de la UE. Y si lo que miramos son las tasas de desempleo de larga duración, también es débil la correlación entre éste y los SMIs que se pagan en los respectivos países.
Por si esto no fuera suficiente, el recién presentado “2013 World of Work Report” de la OIT, advierte de que seguir incidiendo en la moderación salarial solo va a tener consecuencias negativas sobre la demanda y el empleo.
Decía Max Weber en su discurso “La política como vocación”, que “sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece; sólo un hombre de esta forma construido tiene “vocación” para la política”. Y a fe que LML no se va a doblegar ante un mercado laboral que se muestra necio por no permitir trabajar por menos de lo establecido en el Salario Mínimo Interprofesional. Por cierto, fijado anualmente por el Gobierno y consagrado por el Estatuto de los Trabajadores.
Pero algunos, no somos tan clarividentes como LML, ni tampoco tenemos vocación política. Quizás por eso, fijar un SMI no nos resulta tan necio. Otro día, hablaremos de las pensiones, a las que también se refirió LML. Con salarios por debajo del SMI y el actual nivel de desempleo, las cotizaciones difícilmente llegarán para pagar pensiones de jubilación como las de LML, quien, por cierto, cobró 81.320 euros entre junio y diciembre de 2012. Multiplicad el SMI por 21 y está hecho.