Buceando en las tribunas de opinión de la prensa española solemos toparnos con expolíticos que aportan su experiencia para diseccionar la situación del país en distintos ámbitos. Uno de los habituales, y normalmente certero en sus análisis, es José María Maravall, que esta semana firmaba un artículo sobre políticas públicas que ha dado pie a esta entrada. Es casual, pero viene a este blog el impulsor de un sistema educativo que buscaba la igualdad de oportunidades (la LODE) en una semana marcada por las protestas contra la LOMCE de José Ignacio Wert. Ambos ministros de educación y los dos sociólogos. Pero no es este un post sobre Educación ni sobre sociología, o no solo.
Maravall se refería a la escasez de ideas nuevas para afrontar la crisis, de políticas erróneas basadas en la reducción del gasto público y los salarios, de pérdida de competitividad y, sobre todo, de la caída de la inversión en I+D en un momento en que esta se vuelve más necesaria. De todo esto ya hemos hablado en este blog, en el que, además, se ha analizado la diversidad con que los países se desenvuelven: Bangalore Valley en la India, el Digital Hub irlandés, los proyectos de diversificación y alta tecnología israelitas, la Flex-Act holandesa o el Kurzarbeit alemán han servido como ejemplos de cambios de modelo económico o, en el peor de los casos, de moderadores de las consecuencias de la contracción económica y del empleo en sus mercados domésticos.
En España, sin embargo, miramos hacia China, con la “devaluación interna” como modelo ideal, una estrategia que, como recuerda Maravall, ni los propios dirigentes de la República Popular persiguen en su sueño por convertirse en la primera potencia económica mundial. Y tampoco sus vecinos de Corea del Sur, un país con al que nos unen tantas cosas como nos separan. De momento, digamos que somos dos naciones con una población similar y un PIB per cápita cada vez más cercano, a pesar de la desventaja inicial del país asiático. No más similitudes, por ahora.
¿Qué nos separa de los coreanos? Muchas cosas, sin duda. Para empezar, casi dos puntos y medio de PIB dedicado a I+D a favor de los asiáticos, el país más “conectado” del mundo, donde la 4G es una realidad para la mayoría de sus habitantes (tras dos décadas de apuesta por la banda ancha) mientras en España es casi ciencia ficción. Hace años que el impulso científico tecnológico empezó a llegar a la economía productiva desde los centros de investigación. Al calor de estas transferencias tecnológicas se ha desarrollado una potente industria del entretenimiento (hallyu), convertida en una suerte de nuevo soft power regional, y han surgido los conglomerados empresariales coreanos (chaebol). Ni que decir tiene que en España no tenemos nada parecido a Hyundai o LG, por no hablar ya de Samsung, que hoy por hoy compite (e incluso le gana la partida) a un gigante como Apple. Ni nos acercamos al número uno que ocupa Corea en alfabetización digital según el último informe PISA. Es decir, tecnología, cultura, industria y educación, cuatro parcelas maltratadas secularmente por los gobiernos de España.
Pero aún estamos a tiempo de recuperar el terreno perdido. Siendo optimistas, partimos de una posición similar a la que tenía Corea del Sur cuando empezó su despegue. Si ellos quedaron arrasados tras la II Guerra Mundial y su ulterior lucha fratricida, nosotros aun sufrimos las consecuencias del retraso económico y social ocasionado por nuestra Guerra Civil y la posterior dictadura; carecemos por igual de determinados recursos naturales (gas, petróleo); el liderazgo de empresas como Hyundai se forjó a partir del “dumping social”, el equivalente a nuestra “devaluación interna”, y su economía fue rescatada por los organismos internacionales tras la crisis asiática de los años ochenta del pasado siglo (60.000 millones de dólares frente a los 60.000 millones de euros actuales de nuestros bancos). Por si fuera poco, en el país asiático, como en el nuestro, se tiene la misma percepción de corrupción, tanto en el ámbito público como en el privado y comparte la preocupación por el incremento de la misma.
Puestos a elegir, entre el modelo chino y el coreano, yo, como Maravall, también me quedo con éste último. Aún así, creo que nos va a costar trabajo. En todas sus acepciones.