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Angel Alonso

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Pobreza y desigualdad: ¿la verdadera preocupación nacional?

Cambiamos de metáfora pero no de realidad. Las raíces vigorosas han sustituido a los brotes verdes como construcción lingüística. Las cepas se fortalecen pero la corteza continúa enferma, interrumpiendo el suministro de savia y provocando el crecimiento desigual del ramaje, frondoso en pequeñas partes, disperso, cuando no ralo, en  la mayoría.

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Hace tiempo que economistas como Thomas Piketty (El capital en el siglo XXI) vienen advirtiendo sobre el retorno de la desigualdad, su crecimiento y agudización, pero aquí se ignoró su análisis histórico-económico, tal vez porque lo dijo primero en francés y después en inglés. Ahora que a la torre de Babel de sus traducciones se ha sumado el español, quizás se atienda más a su diagnóstico. Piketty ha seguido la senda marcada por otros como Joseph Stiglitz (El precio de la desigualdad) o Paul Krugman, quienes han logrado rescatar para el gran público un tema tratado habitualmente de manera limitada hasta colocarlo en un lugar central del debate público. Pero la fortaleza del análisis del economista francés es que no solamente ha tenido en cuenta la desigualdad salarial sino que aborda las implicaciones de las enormes diferencias entre capital y trabajo.

De otra forma, también Guy Standing ha puesto en los últimos años su mirada sobre las desigualdades extremas a través del problema social del precariado. Desde una perspectiva sociológica, Standing nos habla de las consecuencias de las políticas neo-liberales, que están generando inseguridades crecientes en esta clase social que se va construyendo a caballo entre el modelo económico y las configuraciones sociales. En su nuevo libro, Standing va más allá, y nos advierte de la necesidad de abordar un cambio estructural para limitar las consecuencias para esta nueva clase, en forma de pérdida de derechos políticos, sociales y económicos.

Quizás alumbrado por las discusiones que han generado estos autores, el debate se ha consolidado en España en los últimos meses. Los principales diarios nacionales publican con asiduidad tribunas en las que sociólogos y economistas vienen realizando importantes contribuciones para la divulgación de los problemas adyacentes a la pobreza y la desigualdad. Son numerosas las ponencias, blogs e informes que tratan sobre la materia, e incluso se dedican números monográficos que tratan sobre desigualdades sociales y exclusión (Praxis Sociológica), o sobre la expulsión de grandes capas de la población (Papeles). Una cuestión esta última emparentada directamente con las expulsiones sistémicas de Saskia Sassen.

Imagen: Precariado (Guy Standing)

Por último, las organizaciones del tercer sector tienen un papel preponderante a la hora de señalar y hacer visibles las desigualdades. IGUALES, de Oxfam es una buena muestra de ello y, como no, un clásico como el informe FOESSA, que Cáritas Española dirige y coordina desde su dirección ejecutiva y la secretaria general. El último FOESSA VII), no deja lugar a las dudas sobre el hecho de que la primera consecuencia de la crisis económica ha sido el incremento de la desigualdad y la pobreza en nuestro país, si bien es cierto que los años de bonanza previos a la crisis tampoco se aprovecharon en la lucha por reducir las diferencias. Atendiendo a los datos que nos ofrece FOESSA, se constata  que entre 2009-2013 la tasa de riesgo de pobreza no ha disminuido (20,4%) a pesar del descenso constante del umbral de la misma. También que el grupo de españoles con una integración plena (cuando un hogar no se encuentra afectado por ninguno de los indicadores utilizados para definir la exclusión social) es ya solo del 34,3%, mientras que el espacio social de la exclusión social se ha incrementado hasta el 21,9%. Y lo que es peor, no solo se han extendido las problemáticas (empleo, consumo, participación política, educación, salud, vivienda, conflicto y aislamiento social), sino que muchas de ellas se acumulan en las `personas afectadas por estos procesos.

Buena parte de la culpa de estas diferencias en España la tiene la desigualdad asociada a la falta de empleo, que se incrementa. Por una parte, como se apunta desde FOESSA, las actuales  políticas de empleo han sido pensadas para el desempleo y no para la creación de puestos de trabajo. Por otra, el paro en España es hoy una de las principales puertas de entrada a la exclusión, y ha dejado de ser su puerta de salida, una cuestión íntimamente vinculada con el precariado al que alude Standing.

Descendiendo desde el ámbito internacional, en el que comencé el post, hasta el autonómico, la situación en el Principado se ha agravado también durante este ciclo de crisis que parece no tiene fin. Es cierto que la mayoría de los indicadores muestran una mejor posición relativa en Asturias que en el conjunto de la nación. A saber, el porcentaje de personas con integración plena es del 39,5% en Asturias, la población afectada por problemas de exclusión del empleo es 11,5 puntos menor que la estatal o la pobreza material severa está por debajo de la media nacional. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar que la intensificación de esta última es mucho mayor en nuestra comunidad, que todavía existen más de 170.000 personas afectadas por procesos de exclusión social en Asturias (16% de su población), o que casi una tercera parte de las población asturiana se vea afectada por problemas de exclusión del empleo. Todos estos datos están disponibles aquí. Aun siendo una de las regiones menos expuesta a los riesgos de pobreza y exclusión social, Asturias todavía presenta debilidades asociadas al empleo que están incrementando el número de hogares con dificultades para llegar a fin de mes, y afectados por lo que se ha dado en llamar con otro neologismo pobreza energética.

Lejos queda, pues, la reducción de la desigualdad de rentas vivida en los albores de nuestra democracia. La salida de la crisis no será completa mientras más de 700.000 hogares se encuentren sin ningún tipo de ingreso. Las reformas económicas implementadas en los últimos años se han centrado en la reducción de la deuda, dejando en situación de desamparo a muchas personas. Esta austeridad (la “austeridad suicida“) ha tenido consecuencias sobre el empobrecimiento de una buena parte de la población española, pero también sobre la regeneración política y la legitimidad de los programas de reformas, algo que deberían tener en cuenta los gobernantes de nuestro país. No hay que olvidar que hasta la corrupción se toleraba mejor mientras la sensación era de suficiencia de recursos y mayor igualdad. Si nuestra clase dirigente hubiera estado más atenta a Pikkety o Standing y menos a los brotes verdes y las raíces vigorosas de la macroeconomía, tal vez el terremoto político-institucional al que asistimos en los últimos meses no se habría producido, probablemente nos hubiéramos ahorrado esta especie de histeria colectiva en la que nos encontramos sumidos, y Podemos no se habría convertido en una “preocupación nacional”.


Sobre el autor

Soy sociólogo y me considero una persona dinámica, a la que le gustan los retos personales y profesionales. Esa inquietud se refleja también en mi compromiso con la sociedad, civil, ayudando a organizar actividades como foros y congresos como miembro de la Asociación Asturiana de Sociología y de la Junta de Gobierno del Colegio de CCPP y Sociología del Principado de Asturias. Escribo cuando puedo en este blog y participo con cierta asiduidad como colaborador de medios locales, principalmente en prensa escrita y radio.


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