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Angel Alonso

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Facciones y partidos

Ya hemos hablado en otras ocasiones de la democracia interna de los partidos políticos y hoy vuelve a colación porque son un componente esencial del buen gobierno. Por eso les pedimos que sean democráticos, que exista debate ideológico, que las formaciones no sean monolíticas. Sin embargo, al mismo tiempo, y aunque resulte un tanto paradójico, la ciudadanía reclama (y más cuando hay unas elecciones en el horizonte) que los políticos unan fuerzas y trasmitan estabilidad y confianza. Esto es así porque la idea que tenemos sobre las facciones es la de grupos internos que buscan el poder, algo que inexcusablemente relacionamos con un efecto negativo para el partido, aunque la falta de unidad no sea un peligro en sí de la democracia, sino un resultado de la pluralidad y la libertad de opinión. Además, podemos encontrar que la diversidad puede tener efectos dinámicos, ya que a través del pluralismo se reactiva la vida interna de las organizaciones e incluso promueve la unidad, al proteger valores comunes.

Pese a esto, no debemos caer en el error de creer que la simple existencia de esos grupos o facciones es un reflejo de la democracia interna. Un partido político, como todas las organizaciones formales, suele tener una estructura jerárquica y, cuando eligen sus listas parlamentarias, las cúpulas de los partidos (que acumulan cada vez más poder y por eso solemos hablar de partitocracias) suelen designar a sus representantes de manera directa. Algunos partidos tratan de hacerlo rehuyendo las primarias, y muchos de los que las convocan, las convierten en un trampantojo, algo totalmente distinto a una libre elección. Por ejemplo, presentando a un único candidato oficialista se niega o se dificulta la posibilidad de concurrir de otros aspirantes, o el aparato del partido trata de influir, por todos los medios, en el resultado del proceso.

Primeras firmas para forzar unas primarias en el PSOE de Gijón, esta mañana en la Casa del Pueblo.

Foto: El Comercio

¿Cómo trasladar una imagen de unidad, aunque no exista?

A la clase política se le valora que tenga una influencia positiva que conformen una asociación de personas con objetivos comunes, así que las guerras internas, los ataques de ego, y el afán de protagonismo se perciben de forma inmediata por la ciudadanía. Muchos de los asuntos que centran la actualidad y el debate político conciernen a cuestiones internas y a luchas de poder. Es imposible que las disputas internas en los partidos no se produzcan, es algo que siempre se ha dado, pero cuando se generalizan y se alargan en el tiempo se genera hartazgo en la ciudadanía y este se convierte en distanciamiento de la política, cuando no en desafección y por eso tendemos a mantener visiones negativas sobre los partidos políticos y sus dirigentes.

Así que, entendiendo que es imposible evitar las diferencias y que el disenso no siempre es negativo, es fundamental que el debate no se polarice en esas cuestiones de intrapolítica y en los repartos, sino que los asuntos se acerquen a las cuestiones que conciernen a la ciudadanía, a la posibilidad de mejorar sus oportunidades, su bienestar y su calidad de vida. Y también que hagan un verdadero esfuerzo por presentar esas diferencias internas de una manera sosegada y racional. Es decir, que el debate sea útil políticamente y que tenga sentido para la ciudadanía. Especialmente para quienes tienen una peor situación y necesitan ver que sus representantes –o quienes vengan después de las elecciones− anteponen el interés general, y formulan alternativas creíbles y viables.

Para trasladar una imagen de unidad, aunque no exista, tienen que intentar que el debate se centre de verdad en estas cuestiones, o que al menos lo parezca, y procurar que los asuntos que salten a los medios se focalicen en esto, algo difícil, dado el ruido que existe en torno a determinadas situaciones. La cohesión de un partido se transmite con buenos proyectos que generen entusiasmo entre la ciudadanía, propiciando amplios consensos en torno a ellos, dejando de lado el tacticismo que deforma intencionadamente las posiciones de otras facciones internas.

La cuestión principal está en si estas diferencias se conciben como negativas (es decir, que van contra la unidad), o positivas (como expresión del pluralismo). El mantenimiento de una situación de ruido y confrontación permanente no se entiende por la mayoría de los ciudadanos y ni tan siquiera por los propios afiliados de esos partidos. A todos ellos se les transmite una imagen bastante negativa de lo que ocurre en el interior de las organizaciones y esto redunda en el hastío, en el distanciamiento de la política, y en las visiones negativas sobre los partidos políticos y la política en general.

Es entendible que aquellas personas que llevan muchos años “ejerciendo” la política activa, ocupando puestos y responsabilidades –algunas casi de forma vitalicia−, vivan los problemas organizativos internos de una forma muy intensa, hasta el punto que esto se convierta en crucial y en un asunto de primera magnitud que afecta, incluso al ámbito personal, pero esto no es preferente para muchos ciudadanos que consideran, con toda la razón, que las cuestiones prioritarias para la clase política deberían ser resolver situaciones perentorias como lograr para todas las personas un empleo o una vivienda digna o evitar por todos los medios los retrocesos sociales.

Esa es la clave del distanciamiento de muchas personas que piensan –y los hechos y las informaciones parecen darles la razón− que la clase política (y los partidos en especial) se ocupan fundamentalmente de lo “suyo”, que apenas prestan atención a lo esencial y que, cuando lo hacen, es por una especie de compromiso impostado, con frases huecas, cuando no por puro electoralismo. Esto es muy peligroso porque ahonda en la desafección hacia la política y hacia las instituciones y pone en riesgo nuestra democracia.

Pablo González, presidente del PP de Gijón, ha respondido a las preguntas de los periodistas esta mañana.

Foto: El Comercio

No se trata de distinguir entre diferencias internas de primera o de segunda categoría, por llamarlas de alguna manera, sino de la confianza que un partido traslade a la ciudadanía. Las cuestiones de la intrapolítica son vistas de una forma más benévola, o no son tan tenidas en consideración, cuando un partido tiene bien definidas sus líneas estratégicas su propuesta programática es clara y el liderazgo es estable y respetado. En ese caso, los efectos de las diferencias internas no son tan negativos. Ahora bien, cuando se percibe una gran incoherencia y el liderazgo es débil, las luchas internas por el poder resultan más incomprensibles y producen una mayor desmotivación y desmovilización en la ciudadanía, con el consiguiente deterioro de la imagen pública de personas y organizaciones.

Por tanto, uno de los principales problemas que afrontan los partidos cuando existen diferencias internas muy visibles es dejarse llevar por las disputas personales en lugar de en construir verdaderas alternativas y opciones políticas bien diferenciadas de las formaciones competidoras.

Enlaces relacionados: https://www.ondacero.es/emisoras/asturias/gijon/partidos-unidos-jamas-seran-vencidos_20230426644909cbf92137000192eda1.html

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Sobre el autor

Soy sociólogo y me considero una persona dinámica, a la que le gustan los retos personales y profesionales. Esa inquietud se refleja también en mi compromiso con la sociedad, civil, ayudando a organizar actividades como foros y congresos como miembro de la Asociación Asturiana de Sociología y de la Junta de Gobierno del Colegio de CCPP y Sociología del Principado de Asturias. Escribo cuando puedo en este blog y participo con cierta asiduidad como colaborador de medios locales, principalmente en prensa escrita y radio.


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