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Angel Alonso

Sociedad sin Red

¿Cambiar de opinión o engañar al votante?

Alguien dijo que la coherencia es la virtud de los necios, apuntando con ironía a la rigidez mental que rehúye la evolución del pensamiento. En política, sin embargo, la coherencia es exigida como prueba de integridad, y todo viraje en el discurso, por razonable que sea, puede ser interpretado como traición o engaño. La delgada línea entre cambiar de opinión y manipular la verdad se difumina, especialmente cuando entran en juego intereses partidistas, estrategias electorales o batallas simbólicas. Entonces, ¿dónde termina la legítima reconsideración y dónde comienza el intento de confundir o desviar? Digamos que existe una diferencia fundamental. Cambiar de opinión implica una evolución en el pensamiento o en la interpretación de los hechos, mientras que engañar conlleva una intención deliberada de ocultar o distorsionar la verdad. En política, la percepción pública ayuda a difuminar esta línea. Por ejemplo, en el caso de la cesión de terrenos para el proyecto Naval Azul en Gijón, el PSOE inicialmente apoyó la cesión gratuita de una franja de 3.800 metros cuadrados del Puerto al Ayuntamiento. Posteriormente, su postura cambió, argumentando que la cesión no estaba formalizada. Este giro ha sido interpretado por algunos sectores como un cambio legítimo de opinión, mientras que otros lo ven como una maniobra engañosa para obstaculizar el proyecto impulsado por el actual gobierno local.

Así las cosas, la cuestión nos lleva a otra pregunta ¿puede un político cambiar de opinión? Desde luego. Cambiar de opinión es legítimo y, en ocasiones, necesario en política. Las circunstancias cambian, los contextos también, y los líderes deben adaptarse. Sería absurdo exigir que los partidos mantuvieran exactamente las mismas posiciones durante años sin matices. Ahora bien, es crucial que estos cambios se comuniquen de manera transparente y fundamentada: la ciudadanía suele aceptar los cambios de postura, que solo generan controversia cuando se gestionan mal. Con claridad, con argumentos y sin paternalismo, es más fácil que sea comprendido. Si se hace a medias o solo cuando hay presión, entonces genera sospechas.

Y ya que estamos con preguntas, vayamos con la tercera, título aparte: ¿cambiar de opinión es signo de debilidad o más bien de ausencia de criterio? Pues, como digo, depende. Un cambio de opinión puede interpretarse como debilidad si se hace por cálculo electoral o para evitar conflictos. Pero también puede verse como una muestra de madurez política, honestidad intelectual y capacidad de adaptación, si se justifica bien, con argumentos sólidos. Los ciudadanos no penalizan tanto que un político cambie de opinión; lo que castigan es la sensación de que lo hace para protegerse o para ganar tiempo. Si el cambio parece motivado por intereses partidistas o falta de convicción, puede interpretarse como debilidad o falta de criterio. En el caso de Naval Azul, la percepción pública del cambio de postura del PSOE digamos que puede ser mixta y dependerá de cómo gestionen su comunicación que se vea como una falta de coherencia o como un asunto complejo, en el que pueden existir matices y razones para el cambio. En definitiva, lo que genera rechazo no es el cambio en sí, sino la falta de coherencia o de explicaciones creíbles.

El juego democrático o cómo los partidos adaptan las reglas a sus intereses

El propio PSOE local, beligerante con la alcaldesa en este tema, ha reconocido que revocar decisiones anteriores “entra dentro del juego democrático”, y esta frase resulta muy reveladora. Los partidos políticos, como cualquier actor político, usan las reglas formales (y también las informales) para reforzar su legitimidad. Al igual que cualquier actor en un sistema democrático, buscan interpretar y aplicar las reglas del juego de manera que favorezcan sus objetivos. Esto puede incluir la reinterpretación de acuerdos previos o la modificación de políticas establecidas. Lo que un día es “una cesión clara”, al día siguiente puede ser “un acuerdo que no estaba cerrado”, dependiendo de cómo evolucionen los intereses. Y eso es parte del “juego democrático”, sí, pero también requiere una responsabilidad comunicativa: no todo vale si no se respeta la confianza ciudadana. La flexibilidad es parte de la política, pero también lo es la memoria colectiva. En Gijón, la disputa entre el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria sobre la cesión de terrenos para el proyecto Naval Azul ejemplifica perfectamente cómo diferentes interpretaciones de un acuerdo pueden generar este tipo de conflictos.

Como decía antes, cambiar de opinión puede justificar una decisión concreta si esa decisión se argumenta, se explica públicamente y se asume con todas sus consecuencias. Pero no puede ser un comodín para justificar todo. Los ciudadanos esperan coherencia y responsabilidad de sus representantes. Cambios abruptos o sin explicación pueden erosionar la confianza pública. Si cada decisión se revisa en función de la conveniencia del momento, sin un marco de coherencia, la política se convierte en puro oportunismo. Y eso es peligroso porque deteriora la credibilidad de las instituciones. De ahí la importancia de una gestión comunicativa eficaz en estos casos.

Bien, damos por hecho que se puede cambiar de opinión. ¿A qué se expone un partido?

En línea con lo que he argumentado previamente, las consecuencias son varias, especialmente si no se comunica de manera adecuada. Primero, a la crítica política: los adversarios van a recordarle sus palabras anteriores. Segundo, al juicio de la ciudadanía, que puede sentir que se le ha ocultado información o que se han cambiado las reglas del juego sobre la marcha. Y tercero, a una posible pérdida de autoridad: si un partido cambia de posición de forma abrupta o contradictoria, puede parecer que carece de un rumbo claro, lo cual mina la confianza en su liderazgo. Ahora bien, si el cambio se maneja con transparencia y se percibe como una adaptación razonada a nuevas circunstancias, puede fortalecer la imagen del partido como flexible y receptivo. En Gijón, por ejemplo, el viraje del PSOE, que había apoyado la cesión gratuita de los terrenos portuarios, ha sido claro con respecto a esa postura inicial, a diferencia de otras formaciones que mantuvieron una postura estable. Ninguna fuerza política ha respaldado públicamente este cambio, lo que deja al PSOE en una posición aislada en el debate sobre Naval Azul.

Por otra parte, mostrarte como el único partido que ha cambiado de opinión, también tiene sus riesgos, ya que puede debilitar su posición. En política, la soledad argumentativa es peligrosa. Si todos los demás actores mantienen una versión y tú la modificas, corres el riesgo de que te perciban como el que “rectifica porque ha perdido fuerza” o porque “algo quiere ocultar”. En el caso de Gijón, mientras el gobierno local y otros actores han mantenido una postura constante sobre la cesión de terrenos para Naval Azul, el cambio de opinión del PSOE puede generar la percepción, ya digo, de que está actuando en contra del consenso general, lo que puede afectar su imagen pública. Y este aislamiento o falta de consenso, puede debilitar la posición del partido. Pero también puede haber una lectura positiva del cambio: si lo explicas bien, si lo asumes con transparencia, puedes ganar autoridad moral y transmitir la idea de valentía. Eso sí, requiere mucha claridad y mucha pedagogía.

La política combina dos ingredientes que parecen opuestos: principios y adaptación. Saber cuándo hay que ser flexible y cuándo hay que mantener una posición firme es parte del arte político. Si eres inflexible siempre, te desconectas de la realidad. Pero si cambias todo el tiempo, pierdes identidad. En este caso, Foro ha mantenido su postura respecto al desarrollo de Naval Azul, lo cual refuerza su imagen de firmeza mientras el PSOE, que ha mostrado mayor flexibilidad, intenta presentarse como pragmático. El tiempo y la percepción ciudadana dirá cuál ha sido la mejor aproximación en este contexto, es decir qué estrategia ha sido más eficaz.

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Sobre el autor

Soy sociólogo y me considero una persona dinámica, a la que le gustan los retos personales y profesionales. Esa inquietud se refleja también en mi compromiso con la sociedad, civil, ayudando a organizar actividades como foros y congresos como miembro de la Asociación Asturiana de Sociología y de la Junta de Gobierno del Colegio de CCPP y Sociología del Principado de Asturias. Escribo cuando puedo en este blog y participo con cierta asiduidad como colaborador de medios locales, principalmente en prensa escrita y radio.


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