Josu Erkoreka le dijo ayer a Mariano Rajoy que ya tenía su “10 de mayo”, en clara alusión al día en que se dice comenzó el declive imparable del gobierno Zapatero en 2010. Pero esa no era la fecha que reflejaba ayer el calendario, aunque en aquel huracán pudiera estar el origen de este tsunami. Así que yo propongo que le pongamos un nombre adecuado para que en años sucesivos podamos celebrar tan triste efeméride. La del día en que nos confirmaron, con los habituales eufemismos y subterfugios, que estábamos oficialmente intervenidos.
A aquellos que no gozamos de una imaginación desbordante, el cine suele ofrecernos buenas oportunidades para rebautizar estas fechas tan señaladas. Así que voy a intentarlo con dos bastante evidentes. Dice la sinópsis de Mentiras y Gordas que “un grupo de jóvenes se prepara para lo que va a ser el verano de su vida, entre secretos, mentiras, ligues, sexo, confusión, noche y sobre todo mucha fiesta. La mayor parte de los adolescentes no son conscientes de que, una vez emprendido ese viaje iniciático, no se puede dar marcha atrás, y que a menudo las mentiras se irán haciendo cada vez más grandes, y que a veces amar significa hacer daño”. Cambiad las palabras en negrita por otras sinónimas y tendréis un buen guión para la película que representó ayer el presidente del gobierno (las minúsculas son intencionadas). Por este orden: políticos, acuerdos, traiciones, ofuscación y, otra vez, políticos. Sí, fiesta también, a juzgar por los aplausos que llegaban desde la bancada popular.
Pero sí Mentiras y Gordas no te parece suficientemente interesante y gustas más de una visión apocalíptica en clave internacional, te recomiendo otro film de apropiado título, El día de mañana. Aunque nos cueste un mayor esfuerzo adaptar su guión, vamos a intentarlo: “Las investigaciones de Jack Hall indican que el calentamiento global podría desencadenar un repentino y catastrófico cambio climático de la Tierra. Hall advierte a los dirigentes políticos de la necesidad de adoptar inmediatamente medidas para evitarlo; pero sus advertencias llegan demasiado tarde. Hall presencia cómo un bloque de hielo del tamaño de Rhode Island se desgaja completamente de la Antártida. A continuación, una serie de anómalos fenómenos climáticos empiezan a producirse en distintas partes del globo: bolas de granizo del tamaño de un pomelo destrozan Tokio, vientos huracanados arrasan Hawaii, nieva en Nueva Delhi y una serie de tornados devastan Los Ángeles. Un colega suyo escocés confirma los peores temores de Jack. Al derretirse la capa de hielo polar, los océanos han recibido demasiada agua, lo que afecta a las corrientes marinas, responsables de la estabilidad del clima. El calentamiento global ha puesto el planeta al borde de una nueva era glacial. Y todo ocurrirá durante una tormenta de carácter global”.
Palabras en negrita a cambiar por: la temida “troika”, financiero, económico, España, la troika (dos veces más), banco, el sistema bancario privado, económicos (de nuevo), España (otra vez), Castilla-la Mancha, Cataluña, Murcia, Comunidad Valenciana (por ejemplo), americano, ¡otra vez la troika!, burbuja inmobiliaria, las cajas, déficit público, la economía (por tercera vez), país.
Si me das a elegir prefiero las películas de intrigas, secretos, mentiras y traiciones, que hasta pueden tener un final feliz. El refranero explica que el mentiroso es fácil de coger y, aunque en el que caso que nos ocupa no estemos tratando con adolescentes, políticamente, tal parecen. Podríamos decir, parafraseando al sociólogo de la Universidad del País Vasco Ignacio Mendiola, que las mentiras ensombrecen la capacidad de los ciudadanos para decidir y su potencial de pensar, aunque sin mentira no cabe imaginar ninguna relación social.
En cambio, los filmes apocalípticos me crean un mayor desasosiego. El final suele ser catastrófico y hay pocos supervivientes. Normalmente el protagonista y sus allegados. Incluso, en ocasiones, el personaje principal se sacrifica en la última secuencia en pro del bien general, algo poco verosímil en nuestra trama.
Ahora que como Lope, por el último párrafo voy entrando, me acuerdo de otro título. Pero bien pensado, quizás no sea apropiado. El final no es tan aterrador como el resto de la cinta, en la que se refleja el mal como algo normalizado y aceptado. Además, el nombre de la película no hace justicia a lo que ayer presenciamos en el Congreso. Ayer no fue El Día de la Bestia. ¿O sí?