Broma, escarnio, provocación o insatisfacción con la situación económica actual. Cualquiera de estos calificativos podría servir para explicar la decisión del banco alemán Sparkasse Chemnitz de incluir en sus tarjetas Master Card la imagen de Karl Marx, quien, por cierto, mira con rostro serio hacia el logotipo de la plataforma de medios de pago.
Chemnitz, antes llamada Karl Marx Stadt, es una ciudad del este de Alemania y sus habitantes han sido los que, por votación, han elegido la efigie Marx como símbolo local, por encima de otros monumentos representativos como los castillos de Waldenbourg, Forderglauchau y Rabenstein, el Museo de la Industria o el propio ayuntamiento de la ciudad. La obtención del 35% de los votos emitidos habla a las claras de la popularidad que todavía tiene Marx entre sus compatriotas, cualesquiera sean los motivos para su elección.
El hecho da que pensar, no solo por la contradicción que supone la aparición del rostro de uno de los mayores críticos del capitalismo en el dinero de plástico. También porque parece que algunos de los valores de la izquierda se mantienen vigentes más allá del desaparecido muro de Berlín. No en vano, una encuesta de 2008 recogía el sentir de los ciudadanos del este del país, críticos con el libre mercado (para un nada despreciable 52% era inadecuado) y nostálgicos del socialismo (43%). Y en otras regiones, entre las que se incluyen algunas del oeste, los ciudadanos han contactado con el Sparkasse Chemnitz interesándose por la revolucionaria tarjeta de crédito.
Aquí, en España, como súbditos díscolos de la potencia germana, seguimos, a nuestra manera, su ejemplo. Escondida en la cartera,
la imagen de cualquier preboste local no nos dice mucho, así que preferimos hacerla más visible. Seguimos pensando que el tamaño sí importa. Por eso los homenajes son de 23 metros, como la escultura del NO aeropuerto de Castellón, que según su autor, NO representa a Carlos Fabra. No voy a hablar de la estética del monolito y su remate en acero inoxidable como símbolo hortera de la más obscena ostentación. Según The Guardian “el mayor elefante blanco de España”.
Pero no tenemos que irnos tan lejos para encontrar insignes representantes locales. Aquí en Asturias, huérfanos como en el resto de España de pensadores de la talla de Marx, quizás también debamos mirar hacia los políticos que tanto bienestar han generado en los últimos años. Propongo plagiar la NO escultura de Fabra y hacer una similar a la entrada del Musel que corone la cabeza del estadista de turno con un gran barco o, ¡qué demonios!, el nuevo espigón entero. O mejor todavía, con un gran agujero negro, del tamaño del sobrecoste.
Podríamos trasladar a Oviedo el homenaje, al inaugurado y reinaugurado pero nunca puesto en servicio HUCA, pero hoy me siento cansado, quizás vapuleado, qué se yo, por el nuevo IVA, así que prefiero no moverme de Gijón y levantar el monolito en la entrada del túnel del metrotrén. Y ya puestos, prefiero que lo hagan en superficie, para que no nos olvidemos de lo que tenemos enterrado bajo nuestros pies.