La emisión de un burdo largometrajesobre la vida de Mahoma y la virulenta reacción en algunos países islamistas, ha traído de nuevo a la actualidad la teoría del choque de civilizaciones de Samuel P. Huntington, quien por cierto, también desató una fuerte polémica en el momento de la publicación de su libro. Ahora el problema ha llegado quizás de forma un tanto inesperada, pues el motivo parece naïf visto en perspectiva occidental, aunque no tanto si quien contempla la sátira es un musulmán ortodoxo, para quien la representación del profeta Mahoma significa toda una ofensa para el Islam.
Por si fuera poco, al documental, que todo sea dicho, hubiera pasado desapercibido sin la publicidad gratuita que le han hecho las protestas islamistas, le ha seguido la publicación de viñetas satíricas en el semanario francés Charlie Hebdo y, más recientemente, en El Jueves. No voy a entrar en la oportunidad o no de tales caricaturas, no es el tema que motiva este post, pero todavía está fresca en la memoria los disturbios ocasionados por la publicación de tiras cómicas en 2005 en el diario danés Jyllands Posten y Charlie Hebdo ya tiene experiencias pasadas al respecto.
La realidad es que las fricciones y la incomprensión Oriente-Occidente se han evidenciado de nuevo, así que la tesis principal de Huntington, la existencia de “líneas de ruptura”, según la cual el mundo se organizará en civilizaciones basadas en religiones, pudiera no estar tan desencaminada. Esta hipótesis me ha animado a releer algunos artículos* que guardo en mi hemeroteca personal en los que se alude a un posible choque de civilizaciones, sus causas y consecuencias. Y lo he hecho tratando de comparar algunas de las ideas sobre el choque de civilizaciones de Huntington con la opinión de expertos islamistas, muchos de ellos originarios de países musulmanes.
Es el caso de Mohamed Sammak, asesor del Muftí del Líbano, para quien la impresión de que los musulmanes no pueden convivir con otras religiones no es cierta. Sammak cree que siempre hay que ponerse en el lugar del otro, aunque estemos en un intervalo islamista donde no se respeta la pluralidad religiosa. Pero se están consiguiendo avances, como las siete iglesias construidas en la Península Arábiga, algo impensable hace veinte años, y aboga por el papel de Turquía como referente de la democracia y la libertad religiosa. Contradiciendo la opinión de Huntington, quien creía que el país turco (un país escindido, en sus palabras) debía abandonar sus pretensiones laicistas y europeístas para convertirse en líder islámico.
Huntington escribía que para una parte de la población occidental no existen problemas con el islam sino con los islamistas violentos, a pesar del conflicto que separa la civilización occidental de la islámica desde hace más de mil años. Una idea que se repite en varias de las entrevistas consultadas. Para Feisal Abdul Rauf, el imam que se vio envuelto en la polémica por su idea de construir una mezquita cerca de la Zona Cero, el debate público está secuestrado por los extremistas de tal forma que han llegado a travestir el verdadero islam, así que aboga más por la despolitización de la religión que de una verdadera separación con el Estado. Y Saad Ibrahim, catedrático de sociología en Harvard, también diferencia entre actos violentos individuales y planificados por una organización. Y cree decisivo el papel que puede jugar en la Estados Unidos, olvidando el papel de cowboy de la era Bush y actuando como referente positivo, un rol que según él ha desempeñado históricamente. De la misma opinión era Faruk Hosni, exministro de cultura egipcio, para quien el islamismo radical se consolidó cuando Estados Unidos trató de recurrir a la religión como arma defensiva contra la influencia de la Unión Soviética en algunos países islamistas. La Yihad, según Hosni, se convirtió así en un movimiento de resistencia islámica contra el neocolonialismo. En este ámbito, Huntington ya adelantaba el papel decisivo de Estados Unidos, que deberían liderar la reafirmación de la identidad occidental aceptando su civilización como única pero no universal.
No opina así Magdi Allam, para quien el error de Occidente es pensar que la violencia del terrorismo islámico es reactiva y no agresiva, una tesis similar a la expresada por Huntington, que consideraba un hecho la belicosidad y violencia musulmana. Allam, nacido en Egipto y criado como musulmán, ha resultado, sin embargo, una de las voces más críticas con el Islam. Para él, tanto El Corán como la obra y las palabras de Mahoma están muy lejos de los valores de la civilización occidental, por lo que cree que no se puede hablar de un islam moderado. Por eso, se convirtió en 2008, en medio de una gran polémica, al catolicismo. Otra cosa son las personas, pues Allam se muestra convencido de que sí existen musulmanes moderados. En parecidos términos a los de Allam se expresaba Gamal al-Banna, escritor, ensayista y presidente de la Fundación para la Cultura Islámica y la Información, para quien el islam sí integraba ideales de democracia, justicia e igualdad. El problema, es que estos ideales originales se perdieron a partir del establecimiento de la dinastía Omeya. Banna sitúa el nacimiento del ideario más extremista en la represión que los musulmanes durante el nasserismo. Y culpa también a la política estadounidense en la región, que ha conseguido que un movimiento idealista como el predicado por los Hermanos Musulmanes haya desembocado en la filosofía violenta de Qutb. Para Banna, con el salafismo se han retrocedido siglos y cree que cualquier estado religioso es una equivocación y así lo deja claro El Corán cuando dice que la religión es un asunto personal. Pero según él, hay muchos hadices falsos, inventados por los “jurisconsultos”, que se incorporaron después al acervo musulmán.
Alastair Crooke, Director del Foro para la Resolución de Conflictos, encuentra el motivo principal del choque en el individualismo occidental que colisiona con el orden islamista en el que la religión la lidera la comunidad y no los individuos. Una teoría también defendida por Huntington, que definía Occidente por su tradición democrática, la separación estado-iglesia y el individualismo como ideas básicas. Según Huntington, los intentos occidentales de propagar estas ideas producen una reacción contra el “imperialismo de los derechos humanos” y una reafirmación de valores autóctonos. Como Banna, Crooke cree también que uno de los principales causantes del salafismo ha sido el apoyo que desde Occidente se ha dado a grupos extremistas en lucha con algunos regimenes del mundo musulmán, como el nasserismo de la década de los 60 en Egipto. O en la promoción de los países árabes moderados y el aislamiento de grupos como Hezbolá o Hamás, una actitud miope que ha conducido a Al Qaeda.
Alaa Aswany, escritor musulmán, se opone frontalmente a utilizar el término choque de civilizaciones empleado por Huntington y también culpa a la pervivencia del imperialismo del mantenimiento de esta creencia. Si los extremismos florecen, es en su opinión por culpa de entornos dictatoriales y cree que si los islamistas gobernaran, como en Turquía, se moderarían. El refugio de los opositores a estos regímenes han sido las mezquitas, el único lugar intocable y donde se ha expresado y radicalizado el descontento. Anwar Ibrahim, profesor de Oxford y Georgetown y exvicepresidente de Malasia, ya opinaba hace siete años que las voces moderadas no son tenidas en cuenta porque las condenas de actos extremistas hechas por líderes musulmanes son sistemáticamente ignoradas por los medios de comunicación, tanto locales como occidentales. Y por eso alertaba sobre el fracaso de la Alianza de Civilizaciones si ésta no conectaba con las masas y quedaba en meras reuniones de políticos. Una opinión en la que abundaba tres años más tarde Ian Buruma, profesor, escritor y periodista, que decía desconocer en qué se concretaba dicha Alianza. Para él, lo que existe, o existía entonces, era una tiranía del multiculturalismoy ponía como ejemplo el fracaso del multiculturalismo holandés. Para él los seres humanos de orígenes culturales distintos deben permanecer separados. Tiene que haber espacio para las diferencias porque no todo el mundo en una sociedad ha de pertenecer a la misma cultura.
Tampoco Tarik Ramadán cree en el enfrentamiento entre civilizaciones pero sí dentro de ellas. En su opinión la extrema derecha occidental está obsesionada con el extremismo islamista y cree que su civilización está siendo atacada. Lo mismo que ocurre en el lado musulmán. Ramadán opina que uno de los grandes problemas del islam es la ausencia de una estructura jerárquica, lo que deriva en falta de autoridad y diálogo dentro de la propia comunidad islámica, provocando la transmisión de un mensaje de odio sin control. No entiende el silencio de la sociedad musulmana ante el extremismo, ni la mentalidad paranoica y el victimismo que opera dentro de esta comunidad.
Pese a la diversidad de opiniones en el fondo común del debate se encuentra el choque de civilizaciones, un conflicto cultural con la religión como principal punto de desencuentro. Una tesis que converge con la que Huntington planteó allá por 1993. Quizás este post ofrezca una visión reduccionista, porque Huntington también recogía otros factores al margen de la religión como la explosión demográfica islámica, o las aspiraciones universalistas de otras culturas. Pero como decía Huntington, los conflictos del pasado más violentos y prolongados los generaron las diferencias entre civilizaciones. Así que puede que los del futuro no tengan raíces económicas o ideológicas, sino que se produzcan en las líneas de ruptura de las civilizaciones. ¿Y si Huntington tenía razón?
* Son entrevistas publicadas entre 2005 y 2012 en las secciones del diario El Mundo Otras Voces y El Mundo que viene . Este periódico ha tratado profusamente las relaciones Islam-Occidente en los últimos años. Los cargos de las personas son los que ostentaban en el momento de la publicación de las entrevistas.