Así. Con mayúsculas. El Sporting B ganó (ganamos) con autoridad al Oviedo. Fue 2-1, pero el triunfo pudo ser más amplio. Cuando se gana, uno no se acuerda del árbitro, pero nos perjudicó. Hubo un penalti no señalado y una expulsión perdonada de la pena máxima contra el Oviedo. Mi amigo don Manuel, me refiero a Díaz Vega., seguro que ya tendrá cumplida información de la falta de aplicación de la unificación de criterios que los colegiados tienen todos los años por estas fechas en su organismo.
Y, ¿qué quieren que les diga? Pues que fue una victoria humilde. La del equipo sencillo. El que no tiene (no tenemos) un autocar personalizado de 240.000 euros. El del Sporting es alquilado, pero los artistas están contentos y el conductor es un fenómeno. Y sportinguista, como la mayoría de habitantes del Principado. Las excepciones puedo entenderlas. En una situación concursal, para estar en el fútbol profesional, hay que andar con lo justo. Me encanta la langosta, pero a veces unas lentejas con un poco de chorizo me saben a gloria. Emilio Moro es una pasada, pero puedo conformarme con un cosechero de El Ciego y no me pongo idem. Como soy de villa (nacido en la calle Cabrales), entiendo de mesura. ¡Qué le voy a hacer!
Tenemos un entrenador que se aparca en Pedro del Hierro y en Lacoste, que nunca pasa de moda. No llega a Armani, como el del Real Oviedo, lo mismo que en Navidad se queda en El Almendro. Aquí no llegamos al Lobo. Aunque quizás el Lobo no llegue a Navidad. Lo siento por mi amigo Ángel Fernández, compañero de andamio en As y visitante habitual de este blog, lo que le agradezco, porque sabe que es bienvenido, lo mismo que su pléyade de amigos, que son legión. Me encanta sentir sus vibraciones. También hace disertaciones sobre su equipo, el Real Oviedo, no faltaría más, en Localia y Radio Asturias. Es algo que le honra, sobre todo después de lo visto anoche en El Molinón y, además, siendo gijonés de nacimiento y de residencia hasta hace poco tiempo. No espero que dé las gracias por no haber llevado el partido a Mareo. No tiene porqué hacerlo. La comodidad está por encima de todo, para los 3.800 rojiblancos que fueron y también para el centenar abundante de entusiastas oviedistas que peregrinaron 28 kilómetros para ver a sus ídolos. En estos casos bastante tiene el pobre con la derrota, que no puede decir que sea humillante. Sólo fue un 2-1. El equipo de sus amores que tiene es el que le hicieron sus millonarios gestores con el dinero de don Gabino, o sea, del pueblo liso y llano, por muchas cuestas que tenga Oviedo, y de Siglo XXI.
Me contaron el show del palco. Vega-Arango no fue, después del desplante de Alberto González, el que no quiso sentarse con los dirigentes rojiblancos para hablar del caso Jairo. Prefirió que antes se fuera gratis al Deportivo. Asturianía por todo lo alto. Lo siento por el chaval, que es quien lleva las de perder. El sexteto oviedista casi se sale hacia la plataforma de televisión con los saltos del empate. Parecía un gol de Champions. Puede ser la falta de costumbre. Luego, amainó con el gol de Cases. En cualquier caso, lo que puedan cavilar los rectores oviedistas en este blog no le doy demasiada importancia. Más bien nada. Lo que valoro es que tenemos un grupo de GUAJES (así, con mayúsculas) que tienen calidad y casta. Anoche lo demostraron. Enhorabuena, chavales. Y muchas gracias.
P.D.: Hoy hace 46 años que se levantó en Berlín el muro de la vergüenza. Se derribó en 1989. Era un sinónimo de falta de libertad. Anoche hubo alguna vergüenza sin muro. El fútbol es así.