Vega-Arango explicó que el posible fichaje del brasileño Zaporo lo valora como una inversión de futuro. El delantero de verdad que quiere Preciado está aún en gestión, pendiente de los descartes de los clubes de Primera. El presidente prefiere no afirmar, pero tampoco descarta, aunque Emilio de Dios tiene los contactos hechos y las redes soltadas para que antes de las doce de la noche del viernes se pueda incorporar un delantero. Todo dependería de las negociaciones.

Diego Zaporo no es la solución que busca el club y así se admite. Esta es una operación de negocio, que le vendría bien al Sporting si hay una venta posterior, para lo cual tendrá que utilizarse al primer equipo como escaparate. Si este goleador brasileño resulta un pufo, de negocio nada. Pero si sale figura, mejor que traspasarlo, será utilizarlo para que aporte su calidad camino de la vuelta a Primera. Luego ya habrá tiempo de pensar en operaciones financieras de alto standing, como las que se intentaron en otras épocas con los Kucharski, Kosolapov, Kamatcho, Takis, Cristaldo o Perovic, sin olvidar a Yekini, fichado con una rotura de ligamentos de rodilla o Hugo Pérez, cuyo negocio fue darle una baja incentivada dos años después y no el traspaso programado por el triple de lo que se pagó por sus servicios. El denominador común de todos los casos tiene el mismo origen que la llegada de Zaporo,o sea, el dueño del club.

Los informes que llegaron al Consejo son buenos. Su agente, el lusitano José Varanda, está convencido de que será un traspaso sonado. Sin embargo, Emilio de Dios pone cara de póker cuando se le pregunta por el brasileño, que llegó a Gijón después de dos meses de vacaciones, tiempo en el que dedicó los últimos quince días para hacer algo de trabajo físico. Ayer, en Mareo, el recuperador Lorenzo del Pozo tenía que esperar por el jugador en algunas de las carreras. También Vega-Arango subrayó que el futbolista brasileño viene a pasar un examen, no a ponerse a punto, para lo que va a necesitar un mes, por lo menos. El año pasado estuvo en el fútbol portugués. Primero, en el Vitoria de Setúbal. Luego, en el Beira Mar, donde no fue bien visto por el entrenador, que quería a otro futbolista y al brasileño lo llevaron por otro conducto.

En otros tiempos, con ver cómo ata las botas, cómo corre y cómo da las primeras patadas al balón ya se sabía si el chaval era futbolista. A lo mejor sale un Kaká. Si es así, me descubriré ante don José. Por lo menos, es del mismo color que el jugador milanista. Algo es algo.

PD.: Vega-Arango ya aseguró que Congo es historia en el Sporting, por su falta de respeto a la afición. Tardó un pelín en darse cuenta. ¿No habíamos quedado en que el plazo acababa el 31 de agosto?