El Sporting está de moda. Un club de Primera, una masa social que acelera las renovaciones con un ritmo impresionante y una plantilla que se va formando, poco a poco, sin querer apresurarse en las inversiones.
Emilio de Dios no tiene prisa. Con el mercado y las plantillas de los equipos rivales bien analizados, en un plazo de dos semanas habrá novedades. Maldonado está al caer. Lo del israelí Gai Assulin es más complicado. El Barça no está en disposición de dejar salir al chaval, aunque el jugador quiera ahora forzar su salida, porque le ilusiona verse en Primera División. Es un futbolista con sólo 17 años y en un periodo de formación, aunque en Holanda y en Argentina es normal ver jugadores de estas edades en la máxima categoría. Tal vez sea cuestión de mentalidad y de atrevimiento.
El Sporting que volvió a Primera sólo le falla el campo. No me imagino qué pensarán los discípulos de Ancelotti cuando tengan que ducharse en una instalación modular. Serán los primeros en utilizar lo que popularmente se conoce como un tendejón o un barracón, terminología que no gusta por la Plaza Mayor, donde no se sabe aún qué se va a hacer con el vetusto campo gijonés, lo que es más preocupante.
Las imágenes de El Molinón son propias de un campo de tercera fila, de los que no hay en Primera y casi ni en Segunda. Ni San Mamés, que es el más descuidado. El deterioro externo es palpable, aunque bastante menos importante que el interior y sobre todo el de los bajos. Y no digamos las goteras de la tribuna Oeste, que bien podrían utilizarse como duchas.
A falta de algo más de un mes para la puesta de largo en la máxima categoría, El Molinón está peor que nunca, a la espera de que el lavado de cara sirva para maquillar una instalación obsoleta, en la que se va a hacer una inversión que en su mayoría será inservible. Va a recordarnos el peregrinar por los peores campos de Segunda en la última década. Todo es de Primera, menos el campo. Lo sufre el sportinguismo. ¡Qué se le va a hacer!