He visto no sé cuantas veces los goles de la jornada, pero cada vez que más me recreo con ellos, más me parece sensacional el gol de Diego Castro.
Los goles del domingo en Pamplona, los del Sporting, claro está, fueron espléndidos. El primero, con el pase de Carmelo a Barral, de banda a banda, al sitio justo, con un remate potente, preciso y espectacular, es de los que levanta a uno del asiento. Pero el segundo, con una circulación de balón de diez metros, con el esférico pegado al pie, con un tiro cruzado a la escuadra, para limpiar las telarañas, fue de los que enmudecen un campo como el de Pamplona, dejan sin argumentos a la afición local y encandilan a los suyos. En la precisa fotografía de Joaquín Bilbao se ve el toque del potevedrés con destino a la red de Roberto.
No es la primera vez que Diego marca un gol así. El año pasado lo hizo en Cádiz, con un túnel espectacular a Natalio, quien debió meditar si para los siguientes partidos debía jugar con sotana.
Fueron dos goles con un significado especial, por el cambio que provocaron en la clasificación. Ojo, que la permanencia no está conseguida, pero la tranquilidad es un factor siempre recomendable, que permite un margen de error y no aprieta con las prisas.
Son unos buenos ingredientes para esperar a un Deportivo que aspira a meterse en Champions, mientras se mueve por la zona UEFA. Los coruñeses, que llegarán con una marejadilla de 2.500 aficionados, no olvidan el 0-3 de la primera vuelta, en un partido en el que Barral se dejó notar bien. El gaditano, a quien no le gusta pasar de puntillas, tendrá una buena oportunidad para volver a dejarse notar. Seguro que le tendrá ganas a Aranzubía.