Soria, Soria y Soria. 42 puntos, 42 puntos y 42 puntos. Son las únicas frases que repite ahora Preciado, contento en Gijón, feliz por todo, y esperanzado en culminar cuanto antes la permanencia.

El míster está molesto porque se le atribuyen decisiones que no tomó. Su marcha del Sporting sólo se producirá si llega un ofrecimiento muy importante. Y ese ya lo tiene. El Atlético es un club económicamente mucho más fuerte que el Sporting, tiene unas aspiraciones diferentes, con ambiciones de Champions, algo a lo que es entendible que Preciado no pueda decir que no, lo mismo que ahora no lo acepte como oficial, ni siquiera como oficioso ante quien no tiene confianza.

El entrenador cántabro tiene ganada la admiración del sportinguismo. Ahí está su carrera y sus logros. Consiguió levantar los ánimos a una afición aburrida por el fútbol que lo precedió. Dio otro ánimo y contribuyó de una forma directa a un ascenso que desbordó la alegría de Asturias. Vive cada momento de los partidos y celebra los éxitos de sus jugadores como propios. Etá alucinado con una afición que le dará pena dejar. Ese día llegará.

Preciado pudo haber abandonado el año pasado. Lo quiso el Getafe, que le daba el doble de lo que cobra en el Sporting y con mejores posibilidades para hacer un equipo, pero prefirió seguir en Gijón. Ahora considera injustas determinadas acusaciones que tildó de “falsas y mentirosas”. Sabe que alguien le tiene ganas. El fútbol tiene algunas guerras sin sentido.

Luchar con el Atlético es poco menos que imposible, pero antes de pensar en todas esas cosas, los tres puntos de Soria son prioritarios. Lo del Atlético podrá concretarse cuando la permanencia gijonesa sea matemática.