Hasta ahora, la jornada discurrió de una forma muy favorable para los intereses del Sporting. Sólo falta que gane el Villarreal, pero de poco valdrían las ayudas de los rivales más directos si uno no se ayuda a sí mismo. Es decir, que hay que ganar al Espanyol.
Eso de que el contrario también juega o que la afición es el jugador número 12 son frases hechas, tópicos del fútbol. Conviene diferencias dos cosas. Una es apoyar al máximo y tratar de no enrarecer el ambiente, que, de por sí, se enturbia cuando los resultados son adversos. En estas latitudes llevamos cuatro derrotas consecutivas. Una quinta aumentaría la intranquilidad, o sea, abriría la puerta al nerviosismo.
Desde la grada va a mostrarse un respaldo increíble, pero lo que vale es lo que se haga sobre el tapete. En los últimos partidos se dieron muchos regalos y se falló demasiado en ataque. En Sevilla sólo un disparo con cierto peligro. Tal vez dos. Para aspirar a ganar hay que dar algo más.
En torno al fútbol se habla mucho. Que si hay resentidos que van contra Preciado o desencantados que transmiten pesimismo, pero la realidad será lo que pase en 90 minutos. Vuelve Diego Castro, la magia, pero hay que jugar en equipo. El gallego solo no soluciona partidos. Sería interesante que los delanteros no se dediquen a hacer la guerra por su cuenta.
Enfrente hay un equipo de mucho nivel, más de lo que dice la clasificación, pero la realidad es que está cuatro puntos por debajo del Sporting y en Montjuïc ganó el equipo gijonés. Se habla mucho de De la Peña, que sale de una lesión, de Iván Alonso, que llegó en el mercado de invierno de Segunda División, o de Tamudo y Luis García, que llevan una vuelta sin marcar.
El problema es del de siempre: ¿Qué Sporting va a jugar? Tiene que ser el de ganar para no dejar pasar una gran ocasión de dejar de sufrir o, al menos, de sufrir mucho menos, aunque haya bajas importantes, como Míchel y Matabuena, y dudas, como la de Carmelo. Hoy hay que poder con todos y con todo. Incluso con el árbitro, aunque va a ser un partido muy complicado ante un rival que va a arriesgar.