Hacía tiempo que a la afición del Sporting no le daban una bofetada. Aunque parezca increíble, va a ser en Valladolid, una ciudad con la que existen unos vínculos de unión de todo tipo.

Valladolid tiene una buena oferta de ocio y gastronomía, lo que permite que la disculpa del fútbol anime a ir a la capital castellana. Hace cuatro años hubo una fiesta en el paseo de Zorrilla, a la que pertenece la fotografía, con sidra, degustaciones típicas y las dos aficiones mezcladas. Participaron también la alcaldesa de Gijón, el alcalde de Valladolid y hasta el presidente del Real Valladolid, don Carlos Suárez Sureda, el mismo que ahora rechaza la presencia de las gentes de Asturias con unos precios desorbitados, una limitación de aforo y hasta prohibiciones. Todos están en la imagen.

A la afición del Sporting le dan otra bofetada. La enésima. ¿La solución? Nunca lloverá a gusto de todos. Ir 10.000 a Valladolid sin ánimo de entrar en el campo puede alterar el orden público, beneficiar a la hostelería pucelana y castigar a la gijonesa. Además, no debe olvidarse el mal trato que la policía de Valladolid dio a la afición del Sporting en la última visita.

Si empezamos a recordar situaciones, la de Eibar fue una menudencia con las de Santander, Bilbao, Pamplona, entre otras. Y ahora, Valladolid, el sitio donde menos se esperaba una puñalada trapera de esta magnitud, protegida por la legislación vigente. Lo de la moralidad es otra cosa.

La única solución es callar y ganar, aunque también Vega-Arango tiene algo que decir ante las tropelías que sufre su afición. Por cierto, los peñistas del Valladolid se vieron beneficiados con una rebaja en el precio de las entradas cuando se jugó el partido de la primera vuelta en El Molinón. Puede constatarlo don Felipe Sanz, presidente de las peñas pucelanas, a quien le puede tocar sufrir la próxima visita a Gijón.