Sorpresa. Aparecieron entradas. A granel. Si sólo había 1.850 a 75 euros, ahora hay un buen paquete a 65 euros, que se pueden comprar en la taquilla del estadio, en las oficinas del club. Palabra de Carlos Suárez, presidente del Valladolid, que tiene una disposición amistosa con la gente de Gijón y de Asturias. Veranea en Luarca, donde juega su equipo todos los veranos y el Principado le encanta. Que fue un malentendido. Ni don Manuel interpretó la postura pucelana, ni Pepín Braña paró a pensarse lo que es llevar las riendas del Valladolid. Así me lo dijo esta mañana.

Pues, eso, que hay entradas desde 65 euros. Incluso existen algunas más baratas en agencias de viajes, pero con la reserva de la noche de hotel. En total hay disponibles más de 4.600, según me dijeron esta mañana en las oficinas del estadio, aunque esta tarde ya se despacharon unos cuantos paquetes a peñas, algunas de las cuales habían aprobado no entrar al campo, en señal de protesta. Cada uno puede hacer lo que crea conveniente, pero si hay un acuerdo, es más lógico cumplirlo.

Las peñas rojiblancas, en una mayoría, entrarán al campo. Creo que va a dejarse notar más la mareona que la fría afición local. Algunos seguidores del Valladolid no irán al campo. Tienen miedo. Parece que piensan que van a llegar individuos con bufandas rojiblancas, de tez verde, antenas y rayos laser en los ojos, aparcando en platillos volantes.

La hostelería pucelana está que trina contra el Valladolid, pero los dirigentes pasan muy mucho de los hosteleros. El ambiente no está tenso, porque aquí, en Valladolid, no pasa nada.

Lo que sí se detecta es que las fuerzas policiales no van a tener ninguna consideración con la afición del Sporting. Hay un mal precedente de hace dos años. Es una pena que lo que podía haber sido una fiesta pasa a ser un no sé qué va a pasar.

Y el Valladolid está un tanto receloso. Ese punto que le falta trae de cabeza a sus jugadores. Respirarán si en el descanso se sabe que el Barcelona supere con claridad a Osasuna. Tienen gana de relajarse totalmente, sobre todo cuando acusen el peso de la mareona, que la hostelería de Valladolid sí quiere acoger con abrazos.