Hubo celebración. En algunos casos, casi como la del ascenso. En realidad, esta permanencia se asemeja. Por lo menos, se pareció en muchas cosas. La respuesta de la afición y las ganas de seguir en Primera fueron un denominador común. Hasta el gol de Luis Morán fue aprecido.
Pero una vez pasada la resaca conviene pensar en el futuro con la experiencia de los errores cometidos. El Sporting tiene capacidad para no tener que pasar los apuros sufridos, con rachas increíbles de derrotas consecutivas. Si las cinco iniciales hicieron presagiar una temporada dramática, la última racha colmó el vaso de la paciencia.
El problema de defensa va a ser el caballo de batalla, aunque Preciado y Emilio de Dios tiene una buena parte de culpa por no haber querido reforzar el equipo en el mercado de invierno. Prefirieron aguantar con lo que había, porque en ese momento el margen era sustancial, pese a la debilidad de la zaga. Eso fue un lastre que casi cuesta el descenso.
El fútbol no vive de mensajes de optimismo, sino de realidades. Desde el consejo se dice que hay dinero y la previsión es incorporar ocho o nueve jugadores, con una remodelación importante en la plantilla. Esta vez no se perdonará que no se haga un equipo digno, ilusionante y compensado. Los mensajes con disculpas están caducados.