La jornada 13 resultó fatídica. Hacía tiempo que el Sporting no perdía un partido después de adelantarse en el marcador. En el Heliodoro volvió a suceder. Un primer tiempo aceptable, con un buen gol de Diego Castro. Después, bancarrota futbolística.
Es difícil de entender que un equipo pueda ser arrollado como lo fue el Sporting en el segundo tiempo. El rival puso un empeño demasiado especial, lo que se contrarresta con fútbol de raza que no hubo. Fue una pena que la ocasión del posible 0-2 llegara cuando se lesionó Bilic. También que los dos goles locales hayan rozado en Rivera. Fue una parte del infortunio, con la pájara del segundo tiempo. Fue un mal descanso.
Lo mejor del Sporting fue la grada, que recibió un tratamiento inadecuado por una parte de la afición tinerfeñista, demasiado impetuosa. Y un detalle del que tiene culpa Oltra, el amigo de Preciado. El Tenerife no devuelve el balón cuando el rival lo echa fuera para atender un jugador lesionado. ¿Para qué el paripé de fair play antes de los partidos con saludos entre árbitros y jugadores? Con el Tenerife de Oltra eso no vale.
PD: El viaje fue perfecto. Pasadas las once y media, el avión del Sporting aterrizó en Asturias. Sólo faltó un mejor resultado. Alguno había firmado el empate por la mañana.