Preciado está mosqueado con algunos jugadores. No es para menos. El entrenador está dispuesto a aplicar una nueva disciplina, lo que significa que la derrota de Almería tiene un antes y un después. De todas formas, con el paso de los días podrá valorarse si el Preciado entrenador mantendrá su postura firme por encima del Preciado colega, postura que adopta con sus chicos en las cenas de hermandad.
El partido del domingo sacó ronchas, por lo que parece muy bien que Barral tenga una sanción ejemplar, que es la mejor fórmula de aprendizaje, y que a Gregory se le expliquen las normas de la Liga española, en la que no caben discusiones con un recogepelotas, después de llevar tres goles en el saco. Esto es fútbol profesional y estos detalles no son admisibles.
Si la consecuencia del enfado del técnico y de la planta noble significa que de ahora en adelante va a verse otro Sporting, el que se merece esta afición, bienvenida sea la bronca del técnico, aunque no debe esconder de la parta alícuota que le toca. La alineación no fue la más adecuada, además de tener jugadores con la forma baja y algunos que acusan la inactividad. También tiene a otros enfadados, caso de Kike Mateo, a quien llevó a Almería para dejarlo en un palco. No parece la decisión más acertada.
Por otro lado, no olvidemos que la plantilla no es la mejor que se podía haber confeccionado, en algunos casos por cabezonería de Emilio de Dios, a quien, lo mismo que se le valoran los fichajes en los que acertó, sin que creo que haya sido criticado por los que no le resultaron, que fueron algunos, hay que recriminarle dejadez en el refuerzo de algunas posiciones. La falta de un delantero de diferentes características a la doble B, de un portero y la negativa a fichar un lateral derecho tienen difícil entendimiento, cuando las limitaciones económicas no son tan acuciantes. Lo que pasa es que al señor De Dios no se le puede decir nada, porque le parece mal todo tipo de censura.
Mientras se logre mantener la categoría, todo se dará por bueno o, al menos, se aplazarán las críticas y las quejas. Y, después de lo visto en la primera vuelta, la permanencia debería ser una obligación.