La semana está pasando con un ambiente de gran serenidad, alterado sólo por la lesión de Carmelo, cuyo puesto supongo que cubrirá Luis Morán, después de su buena participación en Zaragoza.
El triunfo de La Romareda tuvo un efecto tranquilizador. El ataque de nervios estaba a punto de estallar, aunque fue maquillado por el empate ante el Valencia. Haber ganado al Zaragoza tiene un efecto doble, porque se le gana el coeficiente de goles a un rival directo, al que se le alejó a siete puntos, y también se recuperó la autoestima.
El entorno estaba a punto entrar en un derrotismo que ahora se transformó en optimismo, controlado en unos y desmesurado en otros. Es el efecto de un buen triunfo.
Los extremos no son buenos. Ahora viene Osasuna, un rival complicado al que se le debería ganar y superar en el coeficiente. Eso significaría tener que ganar por dos goles de diferencia. En el vestuario rojiblanco se valora la función de los laterales Azpilicueta y Monreal, pero más la potencia de Aranda y Pandiani. Con Botía y Gregory se puede solucionar la vigilancia a los arietes rivales, aunque sus cifras no son espectaculares, porque Pandiani lleva siete tantos y Aranda tres, tantos como Juanfran. Osasuna es algo menos goleador que el Sporting, pero ligeramente más eficiente en defensa. La diferencia de dos puntos a favor de los navarros se gestó en el periodo de mala racha de los rojiblancos.
El partido de la primera vuelta fue de los peores. Tanto por parte de los de Preciado, como de los de Camacho, pero el del domingo será diferente, con un ambiente de gala, unos rojiblancos ambiciosos y pletóricos en busca de un triunfo. El domingo toca todos a una, ganar a Osasuna.
P. D.: Permítanme que pase de hacerme eco de los acomplejados de la capital que impiden a sus niños mezclarse con los filiales rojiblancos. Eso es cortar la libertad de expresión, lo que no se lleva en etos tiempos, salvo en el reino de don Gabino. Los pufistas que no pagan lo que deben y encima se amparan en una postura chulesca sólo merecen desprecio.