En el nuevo siglo pasan cosas similares. Un equipo de la talla del Real Madrid tiene la necesidad de ser ayudado por Paradas Romero, un colegiado que se moja siempre a favor de los grandes. El Sporting lo sufrió en El Molinón contra el Villarreal, con una determinante mano de Godín; contra el Barcelona, con un penalti a Bilic, una falta sacada de forma irregular y una posición cuando menos dudosa de Pedro, y anoche en el Santiago Bernabeu, donde un millar de rojiblancos quedaron fuera del campo, sin entrada, mientras que el campo ofrecía algunos huecos libres, o sea, cemento.
Que un árbitro se equivoque siempre con el mismo da que pensar, lo mismo que las grandes cadenas de televisión justifiquen siempre los errores de favor a los grandes. Anoche, la falta a Cristiano que precede al gol del empate no existe, las manos de Van der Vaart son diáfanas, el fuera de juego en el gol de Barral no es tal y el penalti a Diego Castro es escandaloso.
La actuación de Paradas en Madrid fue vergonzosa, al margen de los merecimientos de los dos equipos. Fue, sencillamente, de guante blanco. Una forma de protesta es dar una ovación a los once rojiblancos en su salida al campo el martes, ante es Deportivo.
Capítulo aparte merece el tratamiento de la directiva del Real Madrid con la afición del Sporting y el silencio de Vega-Arango en la comida con Florentino. Una cosa es ser simpatizantes del equipo merengue y otra defender primero los intereses de sus aficionados. Fue un mal fin de semana.