Una campaña de mentalización siempre es buena. Cuando la visita es de un Real Madrid o de un Barcelona no hace falta tensionar a nadie, porque el vestuario tiene una expectación máxima con el deseo de jugar un partido especial y la grada se mueve para llenar el campo, con el objetivo de apoyar para que el pez chico no se deje comer por el grande.
Cuando el visitante es un colista se da por hecho el triunfo. Es una exigencia. Y así llegan las sorpresas. No es la primera vez que uno de los últimos sorprende en El Molinón. El Xerez no llega con Ronaldos o Messis, pero sí con un grupo de legionarios que ya dieron sustos en Málaga y en Sevilla a rivales teóricamente superiores. En el Sáncdez Pizjuán aprovecharon el río revuelto y se cargaron al técnico rival.
El partido del domingo no tendrá nada de fácil para el Sporting. Lo bueno es que los jugadores lo saben, pero la grada hace falta para ayudar a que la lógica se imponga. Sobre el papel, el Sporting es superior al Xerez, pero en 90 minutos sobre el césped pueden pasar muchas cosas. Por eso es conveniente un apoyo mayoritario para evitar sorpresas, que, en este caso, una victoria gijonesa tendría de añadido virtualmente la permanencia, a ocho jornadas del final. Quien iba a pensarlo en agosto.