El Sporting sólo sumó un empate ante el Xerez, en un partido en el que enfadó a la grada. El equipo de Preciado no salió enchufado y se diluyó después de sólo un cuarto de hora que sucedió al tanto de Rivera. Fue una fase en la que los rojiblancos superaron a un rival que tiene una defensa muy endeble y justificó su condición de colista. Debieron matar el partido.
Es difícil de entender el cambio de imagen que dio el equipo en el segundo tiempo, con una reacción tras el error de Botía en el empate de Bermejo, que dio paso a una fase de incomprensible comodidad. La equivocación de Rivera es disculpable, pero es producto de la falta de alternativas que encuentran los centrocampistas.
El relevo de Matabuena por Camacho a cuatro minutos el final tampoco le veo sentido, sobre todo con un empate en el marcador y una supuesta ambición por ganar. Si Barral no tenía su tarde y en el banquillo estaba Bilic, más razonable hubiera sido dar paso al croata, salvo que se optara por conservar el empate. La grada se enfadó, porque, lo mismo que se desvive en apoyar al equipo, cuando ve cosas que no agradan, se molestan. En ese caso tienen toda la razón.
Me decepcionó el Xerez, que no buscó la victoria con intensidad, cuando ocupa una posición en la tabla que hace pensar que su salvación pasa por un milagro, lo mismo que la del Valladolid. En Tenerife, en cambio, echan otras cuentas, que pasan por ganar en la próxima semana al Valladolid y luego en Gijón. Y si el Sporting pierde en Villarreal, se ponen a seis puntos con el coeficiente a favor. Las cuentas las echan los que están con el agua al cuello, aunque si en El Molinón se mantiene la lista de regalos, hay que empezar a pensar cuanto antes en los 42, por lo que pueda ocurrir, sin que ello signifique perder la tranquilidad.