Creo que era lo previsible. El experimento de Preciado no funcionó como se esperaba o como esperaba el técnico. Creo que nadie confiaba en esta planificación táctica. Al menos, los que encontré en Sevilla, como esta representación de Los 3 Ases, nadie entraba al campo mínimamente confiado. Y eso que hubo algunos aspectos positivos, como el trabajo de Lola. Por otro lado, el partido para los jóvenes, como José Ángel o Landeira, fue un embarcazo.
El míster justificó el equipo, pero lo más real es que, sin querer reconocerlo públicamente, su final es la del Valladolid. De ahí algunas ausencias importantes y algunos puestos fuera de sitio. El domingo volverán Botía y Rivera. Seguro que Lora y Canella regresarán a su sitio, así como el ataque. Se verá a un equipo más parecido al que puede llamarse de gala.
Al margen del inconsistente estilo presentado en el Sánchez Pizjuán, el árbitro se excedió en contra de los rojiblancos. La primera tarjeta a Bilic fue excesivamente rigurosa y la segunda a José Ángel una equivocación. No es justificar la derrota, ni mucho menos. Una cosa es que se hicieron méritos para perder, casi premeditadamente, y otra que al colegiado le faltó vergüenza con el más pequeño. También me desilusionó el trato insultante de un sector de la afición sevillista y las pedradas al autocar oficial del lcub gijonés en la noche del viernes.
La conclusión es que el partido contra el Valladolid es una final. Y que no nos vengan a vender otra burra distinta. Vamos a tener una semana monográfica con un único objetivo. Sólo vale ganar a los pucelanos.