Hace tiempo que vengo comentando la necesidad de haber llegado a cuatro jornadas del final con los deberes hechos. El calendario parece menos complicado que el de los rivales más directos, pero la mala dinámica y el cansancio son dos adversidades difíciles de contrarrestar.
Los demás parece que están en una línea similar de fuerzas y con enfrentamientos pendientes que pueden beneficiar al Sporting, pero todo pasa por sumar tres puntos, aunque tener que esperar a una de las dos últimas jornadas será un suplicio infartante. Creer que con 37 puntos no se desciende es como jugar a la ruleta rusa. De incertidumbres agobiantes tenemos dos años de experiencia, sin tener que recordar la época de los 70, con tres temporadas en las que el Sporting logró la permanencia en la última jornada, con un triunfo en casa. Dos veces fue frente al Real Madrid y otra, contra el Oviedo. A la cuarta llegó el descenso.
Se pone mucho en tela de juicio la labor de Preciado, a quien no se le puede negar que devolvió la ilusión a una afición triste y tuvo algo que ver en el ascenso y la permanencia. También hizo cosas censurables, aunque en el fútbol lo que sale bien se da como bueno en la planificación y lo que sale mal es porque no se hizo correctamente. De todas formas, creo que ahora no es el momento de buscar un culpable. Este tipo de análisis son más convenientes cuando acabe la competición.
Si hay un fin de ciclo, hay que tener los recambios preparados y una planificación que ahora se retrasa por la incertidumbre en la clasificación. De momento, firmo el empate en Málaga, aunque no sea del todo suficiente para erradicar un sufrimiento innecesario, que pudo haber sido evitado. Cómo echamos de menos ahora haber empatado contra el Tenerife y el Valladolid.