Hubo que esperar más de lo previsto. Y no faltó una dosis de sufrimiento y de juego de bajo nivel, que debe servir para sacar consecuencias con la próxima planificación. El Atlético no vino en son de guerra, pero Tiago y Jurado a base de toques de alto nivel crearon cierta incertidumbre.
Al fútbol se juega con balón. Cuando el Sporting no lo tuvo, ni hizo mucho por tenerlo, sufrió y causó una pobre imagen. En cambio, en las fases en las que optó por asumir el control del cuero se vio una sensación diferente de equipo ambicioso, del que puede deleitar y el que quiere esta afición que últimamente se contenta con poco. Me gustó el buen partido de Iván Hernández, los detalles de De las Cuevas, el inicio de Diego Castro o la aportación de Lora, con un jugadón en el pase previo del gol, sin olvidar el desgaste de Rivera, en un centro del campo que fue del contrario. Me apreció extraño el planteamiento de Preciado para asumir el control del partido. Regalar el balón y el centro del campo es un riesgo tremendo.
Ahora es momento de estar contentos porque se acabó la incertidumbre. Este Sporting llegó a la meta una semana antes de la conclusión de la competición. Hacía tiempo que no había una despedida tan tranquila. Hoy toca celebración. De otras cosas ya hablaremos.