Para ser un final de Liga sin interés clasificatorio la semana está siendo bastante animada, aunque desde Gijón se ve con mucha tranquilidad. La incertidumbre está en las cinco plazas que se juegan la permanencia. En dinero pueden ser en torno a 25 millones de euros. En ilusión, no hay precio.

Desde Valladolid parten las principales quejas, que se aumenta a medida que llega el partido por las elucubraciones de la alineación rojiblanca y la posibilidad de que salgan jugadores con inactividad, caso del portero Raúl, que aún tiene secuelas de un esguince. El de Sarón fue reserva casi toda la temporada, por lo que pudo haber debutado si Juan Pablo llega a tener algún contratiempo que, afortunadamente para él, no tuvo. Pero, como opinar es gratis, se puede poner en duda la valía de un profesional. Todo estollega después de que Revilla, a quien vemos en la foto de Joaquín Bilbao con sus amigos Manuel Vega-Arango y Manuel Preciado en el campo de Barreda, en la última pretemporada.

Es lícito y lógico que en Valladolid estén mosqueados, pero no menos que lo estaba el Sporting y su entorno en la campaña pasada con los partidos de Osasuna. Preciado, aunque le tira más el Barça que el Madrid, siempre quiso Liga hasta el último momento. Eso significaba que sus rivales tendrían más dificultades.

En Santander hay aspecto de relativa confianza, pero con una gran preocupación de fondo. El Racing puede bajar incluso ganando, claro que para eso tienen que ganar también el Valladolid y el Málaga, lo que parece poco menos que inviable. Esa es la confianza, porque me contaron que los racinguistas están que no andan.

El Sporting no va a dejarse ganar, ni mucho menos, pero tampoco va a afrontar el partido como si fuera la final de la Champions. La afición rojiblanca va a viajar a Santander de excursión. Un sportinguista me contó sus argumentos: “Si ganamos, fenomenal y, si perdemos, nos deben una”.