Con don y con mayúsculas. Me refiero a Mejuto, el árbitro. En las crónicas figura como Mejuto González, pero en el fútbol, donde sólo supo hacer amigos, es Kike. Esta noche recibirá un homenaje más que merecido, con lleno hasta la bandera, como en el mejor clásico.
Creo que el deporte tiene unas normas excesivamente rígidas. En unos tiempos en los que la vida se mueve en unos parámetros en los que no cabe la intolerancia, las reglas, en este caso del fútbol, nos privan de seguir disfrutando del mejor. Porque a nadie le puede entrar alguna duda de que Kike Mejuto es el mejor árbitro español, que se va sin haber ido a un Mundial, por esas cosas de la intolerancia y la injusticia. Alguno le recordará más por la anécdota del ‘Rafa, no me jodas’ de Zaragoza, que no fue más que eso, una anécdota, porque su carrerón fue mucho más importante.
Esta noche, en su casa, en Langreo, recibirá más que un homenaje, una muestra de agradecimiento por su aportación el deporte en general; al fútbol, en particular, y al arbitraje en toda su extensión.
Pero el aplauso que recibirá esta noche, con la presencia de los representantes de los más altos estamentos deportivos y políticos, que no se perderán la ocasión de salir en la fotografía de rigor, no puede quedar en una simple celebración, en una noche espectacular. Kike Mejuto puede seguir aportando su experiencia a la nueva sangre del arbitraje.
Desde aquí me sumo a las miles de felicitaciones que en un día como el de hoy le llegan a Kike desde todos los rincones del mundo. Y me sumo también a los agradecimientos por su comportamiento, por su trato y por su amistad, por ser lo que aquí llamamos, simplemente, un paisano. Mejuto fue y es más que un árbitro.