Pasado ya el berrinche por la derrota del Sporting ante el Valencia, sólo queda analizar lo que se regaló ante un equipo grande, posiblemente con mejor conjunto que la pasada temporada, y lo que hay que subsanar, que es mucho.
La defensa del equipo de Preciado está más endeble esta temporada, pese a que el centro del campo es más combativo y de corte defensivo, lo que, por otro lado, repercute en tener menos apoyos adelante. Aunque en cinco partidos se haya jugado ya ante tres grandes, la fluidez del ataque es dudosa, los datos resultan alarmantes y la lentitud de la retaguardia duplica la preocupación.
En Zaragoza, en el campo del colista, llega la presión por la necesidad de puntuar. Y, si me apuran, hasta de ganar. Los próximos encuentros son contra el Sevilla, Getafe y Villarreal. Los castellonenses hacen un juego de toque casi como el del Barcelona.
El equipo se reforzó y ganó en consistencia, pero sobre el tapete no funciona. Parece que va a ser preciso fiarse de un chaval de 18 años para que levante la nave, aunque con la personalidad que tiene Sergio, creo que no será arriesgado, porque en este caso no hay temor a equivocarse.
Estamos en una época en la que el fútbol se rige por mucha libreta y mucho cine, muchos viajes, informes y parafernalia burocrática, pero en lo único que no cambió es en que hay que dar sentido al trato del balón. Luego, el gol se encargará de poner las cosas en su sitio.
Lo primero es Zaragoza, pero que nadie se asuste por la presión añadida, porque cada uno la tiene en su trabajo. Muchos mileuristas se levantan de madrugada, sin saber si su empresa llegará al día 20, y de esas cantidades reservan un puñado de euros para poder ir el sábado a La Romareda, orgullosos del rojiblanco. Bien se merecen una alegría.