Digerido el triunfo del Sporting sobre el Sevilla, es conveniente centrarse de lleno en la visita a Getafe, donde me cuentan que la mareona no va a ser tan gruesa como en otras ocasiones. Será cuestión de la crisis, aunque decían que el Sporting y su entorno son los únicos que no la tienen.

Los tres puntos sumados ante el Sevilla tienen un efecto balsámico para tapar el suceso de Zaragoza y para reestablecer una armonía siempre necesaria. Antes de que los hispalenses llegaran a El Molinón, las críticas populares a Preciado habían aumentado de una forma espectacular. Ahora, amainaron, por lo menos, en la misma medida.

Estar cinco años en un club origina un desgaste, pero no creo que Preciado se merezca una pancarta como la del otro día. Al menos, yo no la hubiera puesto. Sí es cierto que el técnico montañés comete errores o tiene decisiones que no son del agrado de la mayoría de la grada, aunque estas cuestiones dependen en una gran medida del resultado final. Si en Zaragoza se hubiera acertado con alguna de las oportunidades creadas, el efecto hubiera sido muy distinto. Estoy seguro eque en sus análisis privados de los partidos reconoce sus pifias, aunque públicamente no lo haga.

El pasado domingo, ante el Sevilla, hubo errores similares a los cometidos en Zaragoza, pero Luis Fabiano no tenía su día, Alfaro erró dos ocasiones que en otras circunstancias pueden ser gol y Kanouté jugó en una zona donde no hizo daño al Sporting. Si el Sevilla llega a empatar en la segundo ocasión de Alfaro, es fácil que la repercusión por los errores cometidos, sobre todo en la dichosa estrategia, hubieran sido más acusados.

La unión es lo más conveniente, sin que ello signifique no tener opinión. Preciado tuvo errores desde que llegó y los seguirá teniendo, pero también tuvo aciertos. Y los seguirá teniendo. Hablar ahora de cambio de técnico me parece una aberración. Es más conveniente pedir una plantilla más compensada y más consistente, para evitar los sufrimientos finales de temporadas pasadas. A Preciado habrá tiempo para mostrarle exigencias, que no todo el monte es orégano.