La parcialidad de la mayoría de los medios de comunicación de Madrid, sobre todo los de aspecto deportivo, que son los que, además, parece que viven del Real Madrid, dan una protección especial a un loco para crucificar a un colega que se rebela por considerarse insultado. Así se escribe una historia triste que debe tener un punto y final por esta temporada.

El Sporting superó la jornada 11, después de jugar contra el Barcelona, Real Madrid, Valencia, Sevilla, Villarreal y Atlético, o sea, los teóricos seis mejores de la competición. El equipo gijonés superó las evaluaciones con aprobados y notables, pero el curso no acabó. Llega la época más complicada, contra rivales directos ante los que no puede fallar.

El único secreto para llegar al éxito estará en la actitud. El Sporting que jugó ante el Sevilla, Villarreal o Real Madrid, en El Molinón, el del segundo tiempo de Almería e incluso el que la segunda parte de Zaragoza, no debería tener ningún problema para acabar la temporada sin el más mínimo sobresalto. Pero si sale al césped el conjunto que lo hizo el día del Getafe o el de los primeros tiempos de Almería o Zaragoza, la cosa cambia, porque el nerviosismo volverá a ser el mismo de las dos últimas jornadas.

Toca olvidarse de Mourinho, sus ‘mourinhadas’, las provocaciones y de su pléyade de Rómulos y Remos que los rodean. Qué pena dan las justificaciones de Butragueño, al que parece que el fin justifica los medios, o los alientos sin racionalidad de Di Stéfano. El primer objetivo del Sporting es Osasuna, un rival directo. Ganar en el Reyno de Navarra significa encaramarse en la mitad de la tabla y pasar en la clasificación a los navarros. El empate es lo mínimo que debería conseguirse. Perder no tendrá calificativo de drama, pero la decepción empezaría a crear urgencias. Cierto es que falta mucho, pero conviene alejarse cuanto antes de la zona de abajo, que luego llega la segunda vuelta de Preciado.